"4 octobre 1834.
Nous étions convenus avec M. Blume d'aller aujourd'hui chez M. Gay à 8 heures
du matin. Nous avons exécuté notre projet, mais faute d'avoir averti ce
botaniste, quand nous sommes arrivés chez lui, nous avons trouvé visage de
bois.
Je suis rentré et je me
suis occupé, pendant une heure environ, à arranger mes Chénopodées du Muséum
Delessert.
A neuf heures, j'ai pris
du lait et du beurre au café du Luxembourg. En sortant, l'occasion m'a offert
un ouvrage in 4º sur les tulipes, avec planches assez bien faites. Je l'ai
acheté 50 sols.
Je me suis promené sur
les quais jusqu'à midi. J'ai marchandé un Genera
plantarum de Linné; j'ai regardé les gravures, les lithographies et les
dessins; j'ai visité la Madeleine; enfin j'ai usé la matinée en véritable
flâneur, mais en flâneur qui observe et qui réfléchit.
Une Béarnaise m'a
conduit jusqu'à une centaine de pas de mon hôtel; j'ai été chez M. Webb; nous
avions examiné ensemble les Chénopodées des Canaries..."
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Tengo que empezar confesándolo: la
figura Moquin-Tandon siempre me ha fascinado. Y eso que es bien poco lo que
durante mucho tiempo supe de él. Cuando empezaba a bregarme en temas de
taxonomía, durante largo tiempo tuve sobre la mesa de trabajo la segunda parte
del volumen XIII del Prodromus... de De Candolle, casi todo él escrito por
Moquin-Tandon y que contiene las monografías de las familias salsolácies
[quenopodiáceas] y amarantáceas. Aquellos tratamientos, monumentales, me
impresionaron por su extensión y claridad, más aun sabiendo que eran el
resultado del estudio sólo de pliegos de herbario, de todo el mundo, de
aquellas plantas con unas flores minúsculas y sin muchos más caracteres. Su
capacidad de observación, análisis y síntesis me maravilló, pero, además,
vislumbrar una imagen suya donde se ve un hombre con aspecto sereno y sosegado
y descubrir que también había escrito poesía en occitano, ya lo hizo entrar
para siempre más en el panteón de personajes admirados.
Alfred
Moquin-Tandon (1804-1863) descendía de protestantes que habían huido a Ginebra
cuando la revocación del edicto de Nantes, pero que más tarde regresaron a
Francia y se instalaron en Montpellier. Su padre era comerciante, y entre sus
antepasados figuraban también científicos y banqueros, pero el más conocido es
el abuelo André-August Tandon, a quien su nieto calificó como el último
trovador de la cultura occitana.
Estudió Ciencias y Medicina en
Montpellier, donde obtuvo los doctorados correspondientes. Muy interesado en la
botánica, se consideraba discípulo de Michel Félix Dunal (1789-1856), quien a
su vez había tenido como maestro al ginebrino Augustin-Pyramus de Candolle
(1778-1841), durante la etapa de éste como profesor en Montpellier, en que había
barrido definitivamente el sistema artificial de Linneo de la docencia
universitaria. En aquella época, a fin de obtener el doctorado en ciencias
naturales debían defender dos tesis. Moquin-Tandon, con veintidós dos años,
presentó dos, una de zoología y otro de botánica. La de zoología era una
monografía de las sanguijuelas (fam. Hirudinea),
donde también trataba cuestiones experimentales de fisiología y donde entraba
de lleno en la polémica sobre la metamerización [zoonite] de los animales. La de botánica, en principio, debía ser
una monografía de las quenopodiáceas, pero, por un cierto azar, acabó siendo un
Essai sur les dédoublemens ou
multiplication d'organs dans les végétaux, lo que a la larga le llevaría a
ser un especialista en teratologías vegetales. La monografía de las
quenopodiáceas no vería la luz hasta el año 1840. En el año 1828 presentó la
tesis para el doctorado en medicina, sobre tisis laríngea sifilítica.
Moquin-Tandon comenzó la
carrera docente como profesor de
fisiología comparada en Marsella, pero
ya en 1833 obtuvo una
plaza de profesor de ciencias naturales en la
Facultad de Ciencias de Toulouse, donde explicaba botánica,
zoología y geología. Además, en
1834 fue nombrado director del Jardín
de plantas, donde también impartía un
curso de botánica. Consideró que era
demasiada carga docente para una sola
persona y decidió ir a París a ver
si se podía entrevistar con los
responsables del ministerio para explicarles su situación. Era la
primera vez que visitaba París, y durante
su estancia escribió una especie de diario,
día a día, donde recoge
sus actividades, encuentros e
impresiones, en un estilo
muy libre,
para uso personal y sin intención de publicar nada.
El
dietario comienza el día 8 de septiembre y termina el 24 de octubre. El primer
día, nada más llegar de madrugada, se instala en el pequeño apartamento que
tenía reservado y ya se va a recorrer las calles de la ciudad. El segundo día
se acerca al Museo de Historia Natural y, en un episodio que se repetirá a
menudo durante el viaje, se encuentra de golpe con un conocido. Se trata de un
amigo y compañero de Montpellier, Victor Coste, que trabaja allí en embriología
y con quien se relacionará mucho durante su estancia en París. A continuación
se presenta en casa de Geoffroy Saint-Hilaire padre (1772-1844), con quien ya
se había carteado, que ocupaba la cátedra de zoología en el Museo desde su
constitución en 1793 y que, después de la muerte de Cuvier un par de años
antes, había quedado como el gran pensador sobre la estructura y organización
de los animales. Será uno de los personajes a los que Moquin-Tandon dedica más
atención, con largas conversaciones, y hacia el final de la estancia en París
la amistad entre los dos es manifiesta.
Rápidamente amplía su red de
contactos y conocidos. Al principio, los centros neurálgicos son el Museo de
Historia Natural –que incluye el
Jardín de plantas– y la residencia de Benjamin
Delessert (1773-1847), donde su herbario, el más importante de Francia en
aquellos momentos, estaba abierto a todo aquel que necesitara trabajar en él.
Sorprende la cantidad de botánicos que pululan arriba y abajo. Muchos de ellos poseen
herbarios que han realizado en países lejanos y trabajan en alguna publicación
al respecto. Al saber que hay un especialista en quenopodiáceas y poligaláceas,
lo apremian para que les determine las plantas de estas familias. Intentará
contentar a la mayoría y, siempre que puede, coge un frustulum. Entre ellos, destaca la relación cordial con Carl Ludwig
Blume (1796-1862), –director del jardín de Leiden y
que trabajaba en la flora del SE asiático– y con
Auguste de Saint-Hilaire (1779-1853), el especialista en la flora del Brasil
con quien ya había colaborado en alguna de sus publicaciones, pero a quien no
conocía personalmente. Más tarde, a finales de septiembre, se instalan en París
Philip Barker Webb (1793-1854) y Sabin Berthelot (1794-1880), provenientes de
Londres y que estaban trabajando en la flora de las islas Canarias. Según
Moquin-Tandon el herbario de Webb, formado por sus recolecciones mediterráneas
y canarias y varios herbarios más que ha comprado –como
los de Desfontaines, Labillardière, Ruiz y Pavón...–
es uno de los más ricos de Europa. El trato con ellos será frecuente y, sobre
todo con Berthelot, establecerá una relación de amistad.
Uno de los objetivos de la visita a París es
también conocer los botánicos y zoólogos más prominentes de la capital; a
algunos les ha tratado por correspondencia, para otros lleva cartas de
presentación y a casi todos los conoce por sus obras. A medida que los va
tratando, queda algo desencantado y escribe: "La connaissance des savants de Paris a bien
diminué en moi le respect que je portais à tous les hommes qui ont pénétré dans
le sanctuaire de la Science; j'ai remarqué d'abord que beaucoup de ces
messieurs étaient fort au-dessous de leur réputation. L'usurpation de la gloire
est à Paris assez commune. Cette usurpation est une suite nécessaire de
l'intrigue qui, dans la capitale, est certainement la passion qui domine le
plus; beaucoup d'hommes arrivent au sein de l'Institut ou dans les facultés,
appuyés non pas sur des livres, sur des titres réels, mais sur des parents et
des amis; on m'a rapporté des exemples de fraudes académiques ou professorales,
qui ont bien surpris mon innocence de province".
Chenolea canariensis, planta descrita por Moquin-Tandon en su estancia en París, a partir de materiales colectados por Webb y Berthelot en las islas Canarias. Actualmente integrada en el género Kirilowia: K. canariensis (Moq.) G.L. Chu
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También es bien jugosa la
descripción –física, pero también psicológica–
que hace de los miembros de la Sección de
Botánica del Instituto de Francia, del valor de
sus obras y de lo que se puede
esperar de ellos en el futuro. Los Jussieu, padre –Antoine Laurent (1748-1836)– e hijo –Adrien (1797-1853)– no salen muy
bien parados. Tampoco Mirbel (1776-1854) ni Achille Richard (1794-1852). Todos los elogios son para Adolphe Brongniart (1801-1876). De Auguste de Saint-Hilaire simplemente dice: mon ami. Sorprende sobre
todo la rotundidad de sus opiniones y la
clarividencia de sus vaticinios. Aunque unos
días antes ya había hecho lo mismo con Étienne Gay (1786-1864), de
quien dice que por culpa de su obsesión por los detalles, nunca será capaz de
concluir la monografía que prepara, desde hace más de
veinte años, del género Crocus.
Pero su actividad no se limita a la
botánica. Pasea a menudo, un día lo dedica al Panteón, otro organizan una
visita a la fábrica de Sèvres, acompañados por Brongniart padre, el director o,
cuando entra en una exposición que están montando en la Escuela de Bellas
Artes, deja por escrito sus impresiones y opiniones para, dice, compararlas con
las que saldrán en los periódicos los próximos días, una vez inaugurada. Muy a
menudo se dedica a bouquiner e indica
el título –y el precio– de los libros que adquiere. Son, sobre todo, de botánica y
zoología, pero también los hay medicina, geología..., e incluso un libro de
poesía escrito por su abuelo. Y también deja por escrito cuando se sienta en
café por la tarde a tomar una cerveza, fumar o jugar alguna partida de dominó,
muchas veces acompañado por Berthelot o por su amigo de juventud Maire (?),
también botánico. Se sorprende de la gran cantidad de conocidos que reconoce en
París, muchos de Montpellier, pero también de Toulouse y Marsella. Y a menudo
anota cuáles de estos no se encuentran acompañados de sus parejas habituales.
Muchas noches va a espectáculos, solo o acompañado por conocidos o amigos:
ballet, teatro, opera, variedades... y anota comentarios sobre los actores o
las obras.
Cuando ya la
estancia está acabando, explica las
tribulaciones para encontrar cajas para los cerca
de 100 paquetes de plantas que
ha reunido en París –el herbario Poiret, que ha comprado,
más duplicados y fragmentos de quenopodiáceas y poligaláceas con
que la han obsequiado– para enviar a
Toulouse. Con todo el resto de adquisiciones, libros incluidos, son 536 kg los que factura.
Al final, tras
varios trámites protocolarios que
le han costado un mes, logra entrevistarse
con el ministro de Instrucción Pública y su jefe
de gabinete, que acceden a su petición. En
uno de los pocos rasgos autobiográficos, cuando describe a este
último dice: "il gesticule assez quand il parle, à peu
près comme moi".
Moquin-Tandon permaneció en la
Universidad de Toulouse hasta el año 1853, cuando ganó la cátedra de historia
natural de materias médicas en la Facultad de Medicina de París, sucediendo a
Achille Richard. Allí publicó unos prestigiados Éléments de zoologie médicale y Éléments
de botánica médicale, pocos años antes de morir. Además de botánico fue un
reconocido especialista en el campo de los moluscos terrestres y una autoridad
en ornitología y, por ejemplo, se encargó de este apartado en la Histoire naturelle des Îles Canaries de
Webb y Berthelot. En 1854 fue elegido miembro de la Academia de Ciencias, en la
plaza que había quedado vacante por la muerte de su amigo Auguste de
Saint-Hilaire. Además de sus trabajos científicos, cerca de 200, publicó
numerosos trabajos literarios y de poesía en occitano, algunos de ellos bajo el
seudónimo de Alfred Frédol.
Sin embargo, aparte de éste, no fue
un gran viajero: sólo estuvo en Córcega con la excusa de concluir la flora
inacabada de Esprit Requien (1788-1851). Parece que el mayor resultado de este
viaje fue convencer Jean-Henri Fabre (1823-1915) de dejar de lado las
matemáticas y dedicarse de lleno a la entomología.
El
dietario nos proporciona una visión de la intensa vida científica, cultural y
social de la capital. Muy detallada, además, en lo que respecta a los círculos
botánicos. El número de personajes que aparecen es muy amplio, aunque se puede
seguir bastante bien gracias al índice onomástico que han añadido los editores.
En cambio, no hay casi ninguna referencia a la situación política, a pesar del
cambio de régimen de 1830 y de las revueltas obreras, de 1831 y 1834. Esta
última, reprimida por el ejército a Lyon con numerosos muertos, parece que no afecto
la vida cotidiana de la capital.
Alfred Moquin-Tandon. Un naturaliste à Paris, 1834: Notes sur mon premier séjour à
Paris, en 1834, du 4 septembre au 23 octobre.
Éd. présentée par Jean-Louis Fischer. Index établi par
Isabelle Dussert-Carbonne, 1999. Sciences en situation, Chilly-Mazarin. 163 p.