Léon Dufour (1780-1865) fue un médico y naturalista con un amplio abanico de intereses, sobre todo dentro del campo del reino animal, donde publicó más de 230 trabajos. Dedicado sobre todo a los artrópodos –insectos principalmente, pero también arácnidos y crustáceos–, hasta se interesó por los nematodos y anélidos. Su contribución científica sobre vegetales –sensu lato– es más modesta: dos trabajos sobre líquenes, uno sobre hongos y tres o cuatro sobre taxonomía de plantas vasculares. Sin embargo, su interés por la botánica venía de lejos, y desde muy joven se había dedicado a colectar plantas y determinarlas y, en sus relatos de las excursiones o de descripciones paisajísticas, a menudo aparecen comentarios florísticos, listados de plantas y algunas descripciones de especies nuevas. Además, casi siempre enviaba duplicados de sus colecciones a los botánicos que pensaba que podían estar interesados, a menudo con la descripción de las novedades. Así, muchas de las especies con su nombre aparecen en los diferentes volúmenes del Prodromus de su amigo Augustin Pyrame de Candolle (1778-1841) o en el Systema vegetabilium de J.J. Roemer (1763-1819) y A. Schultes (1773-1831). Pero la lista de sus corresponsales botánicos es más amplia: R. Desfontaines (1750-1833), E. Acharius (1757-1819), P. de Lapeyrouse (1744-1818), J.L.A. Loiseleur-Deslongchamps (1774-1849) o los hermanos Jussieu.
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El
viaje de España comienza cuando, el 22 de marzo de 1808, se despide de la
familia en las Landas y se va hacia España, en lo que, en principio, debe ser
un alistamiento de un año para ir a la conquista de Gibraltar. Entra por el
puente del Bidasoa en Irún y hará los dos tercios del camino hasta Madrid a
pie: Hernani, Vitoria, Miranda, Pancorbo, Briviesca, Burgos, Aranda de Duero,
puerto de Somosierra, Buitrago y Madrid, donde llega el 12 de abril. Hay entre
8.000 y 10.000 soldados acampados en Chamartín, pero a él lo alojan en una casa
del centro de la ciudad, que será su residencia durante los cuatro meses de
estancia en la capital. Herboriza por los alrededores de Madrid con Mariano
Lagasca (1776-1839), entonces profesor de botánica en el Jardín Botánico, y se
reúne con Hipólito Ruiz (1754-1816) y José Antonio Pavón (1754-1844), que le
muestran sus trabajos sobre la Flora
peruviana et chilensis. El día 21 de abril se encuentra en casa de Lagasca,
cuando un amigo de éste les comunica que Manuel Godoy, el valido del rey que
había sido depuesto y encarcelado tras una revuelta popular el 19 de marzo, ha
sido liberado por los franceses y trasladado a Francia. Aquí la preocupación de
Dufour es total al ver que su colega se transforma en un momento en un
energúmeno, insultando en latín y español a Napoleón y Murat y a todos los
franceses en general. Pero inmediatamente Lagasca se acuerda de él y le ofrece cobijo
en su domicilio si lo necesita y lo acompaña hasta su alojamiento. El 27 de
abril Dufour todavía visita la Casa de Campo, el Pardo y los campos de
Chamartín, pero ya se ven los primeros muertos en las calles. El 2 de mayo se
produce la revuelta popular y al día siguiente los fusilamientos de El Pardo:
en dos días más de 1.500 muertos. En poco tiempo Madrid queda desierto, pues
los españoles en condiciones de hacerlo han huido hacia el sur, con el fin de
organizar la insurrección. En agosto el ejército francés se retira hacia el
norte. Se reagrupan en Vitoria y él es asignado al ejército de Aragón,
comandado por el mariscal Suchet. A partir de aquí será uno de los encargados
de organizar los hospitales de retaguardia de los sitios de Zaragoza, Tortosa,
Tarragona, Sagunto y Valencia, aunque también le encomiendan algunas misiones
especiales: organizar la incineración de los más de 4.000 cadáveres del asalto
final de Tarragona o ir a informar sobre brotes epidémicos en varios
destacamentos, como los que lo llevan hasta Ejea de los Caballeros, Mequinenza
o Villena. Hará varias travesías arriba y abajo por el valle del Ebro y, por la
costa, hasta Valencia; también tendrá un permiso corto para ir a ver a la
familia a Saint-Sever, pasando por Jaca. A grandes rasgos, reside unos 4 meses
en Madrid, 19 en Tudela, 5 en Mora de Ebro y 18 en Valencia y algunas
poblaciones cercanas. Desde aquí, a finales de junio de 1813, comienzan una
retirada gradual hasta Barcelona, donde llegan a primeros de septiembre y
permanecerán allí hasta finales de año. A finales de febrero de 1814 ya está en
Francia, la abdicación de Napoleón le sorprende en Narbona y a finales de abril
ya está en Montpellier. Y desde allí, a casa, donde llega con todo su botín de
guerra: algunos paquetes de plantas, cajas de insectos y los preciados
manuscritos del diario.
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El
relato comienza justificando su participación en lo que considera que fue
"une guerre aussi injuste que
désastreuse", aunque también explica el porqué de la lealtad a sus
compatriotas, pero a la vez es comprensivo con los que se les oponen,
defendiendo sus casas y ciudades. Pero sobre todo está convencido de la
superioridad moral de la ciencia sobre el arte militar y se preocupa
enormemente por el destino de sus colegas, independientemente de las ideas
políticas y del bando en que hayan luchado. Parece que tuvo que recurrir a
todas sus influencias para conseguir sacar de la cárcel a uno de los capitanes
del batallón de estudiantes en la defensa de Valencia, Vicente Alfonso Lorente
(1758-1813), catedrático de botánica y al que sólo conocía de nombre, con el
fin de evitar su deportación a Francia. Ya anteriormente, cuando la caída de
Zaragoza, se había interesado por la suerte de Ignacio de Asso (1742-1814),
significado en la defensa de la ciudad durante el asedio, y de quien le llegan
los rumores que pocos días antes ha podido huir, disfrazado, y ha llegado a
Baleares. Por otra parte, mantendrá siempre una relación de amistad con Mariano
Lagasca, aunque lo considera un exaltado en política y a pesar de que, a partir
de 1808, estuvieron enrolados en dos ejércitos enfrentados; más tarde, en 1823,
un amigo de L. Dufour es quien ayudará a Lagasca en Sevilla a embarcar hacia el
exilio, aunque no consigue salvar el herbario ni los manuscritos. Y, cuando la
retirada del ejército napoleónico, los que lo acompañan hasta Montpellier son
los botánicos desterrados, por afrancesados, Francisco Antonio Zea (1766-1822)
y José Mariano Mociño (1757-1820), éste con los manuscritos y las láminas de la
expedición a la Nueva España, que dejaría en préstamo a A.P. de Candolle.
Dufour
retornó posteriormente, por lo menos, dos veces a España, en 1852 en visita
familiar al santuario de Loyola y en 1854 en misión entomológica en Madrid, comisionado
por la Academia de Ciencias francesa, ocasión en que se alojó en la casa de
Mariano de la Paz Graells (1809-1898). Dufoureomyces
Ciferri y Tomaselli, de 1953, es un género de líquenes que le honra y recuerda.
Aunque contemporáneos suyos –E. Acharius, J.-B. Bory de St.-Vincent, K.S. Kunth
o Ch. Grenier– utilizaron el epónimo Dufourea
para varios grupos de plantas y líquenes, ninguno de ellos está aceptado
actualmente.
Léon Dufour (1888). Ma campagne médico-militaire à la guerre
d'Espagne (1808-1814). p. 97-236. In:
L. Dufour. A travers un siècle,
1780-1865. Souvenirs d'un savant français. Poitiers. 348 p. [Disponible en Gallica]
*Léon Dufour (1860). De la valeur historique et sentimentale d'un
herbier. Deuxième partie. Souvenirs d'Espagne. Bulletin de la Société Botanique de France 7: 103-109; 146-151,
169-173. [Disponible
en Biodiversity Heritage Library]