El honor
nacional y el interés de la misma ciencia exigen, á la vez que lleguen á ser
mas conocidos nuestros escritores naturalistas, tanto antiguos como modernos,
no tan escasos ni insignificantes como muchos creen. La Botánica
particularmente debe á España importantes trabajos, que han contribuido
notablemente á sus progresos dentro y fuera de la Península. Enumerarlos
metódicamente y procurar que de ellos se forme justa idea es el objeto de
este escrito, fruto de investigaciones un tanto fatigosas, iniciadas á
impulso del amor patrio, y seguidas con perseverancia de tiempo en tiempo,
debiéndola en parte á las excitaciones de personas amantes de la ciencia,
algunas extrañas á nuestro suelo.
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Entre los botánicos, hay unos cuantos que, por no dejar
de coger plantas, no han tenido tiempo de escribir casi ni una línea, pero
también hay alguno que parece que por no dejar de escribir no ha tenido tiempo
de coger plantas. Este segundo modelo se ajusta al caso de Miguel Colmeiro y
Penido (1816-1901), uno de los personajes más influyentes en la botánica
española de la segunda mitad del siglo XIX, importante bibliófilo y prolífico
autor con fama de erudito.
La valoración de sus aportaciones
siempre ha sido controvertida. Su discípulo Blas Lázaro Ibiza (1858-1921)
destacó sobre todo su contribución en la introducción en España del método
natural frente al sistema linneano y parece que, en vida, su obra fue apreciada
por otros botánicos extranjeros. Así, por ejemplo, cuando el ginebrino George
Reuter (1805-1872) crea 1843 el epónimo Colmeiroa para homenajearlo, señala que
era "connu par un intéressant mémoire sur l'histoire de
la botanique en Espagne" *. O cuando hace lo mismo, años más tarde,
en 1871, el australiano Ferdinand von Mueller (1825-1896) –la especie
es Colmeiroa carpodetoides F. Muell.
[Corokia carpodetoides (F.Muell.)
L.S. Sm.], un endemismo de la isla Lord Howe–, la dedicatoria dice: "Plantam dicavi praeclaro Michaeli Colmeiro..., plurim voluminum
phytologicorum valde eximiorum auctori optime noto".
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Es innegable, sin embargo, que dos
de sus obras, escritas al principio de su carrera, son de gran mérito y
tuvieron una gran influencia durante toda la segunda mitad del siglo. La
primera es "Ensayo histórico sobre los progresos de la Botánica
desde su
origen hasta el dia, considerados mas especialmente con relacion a España" de
1842, y que fue citada y copiada más o menos literalmente en buena parte de los
folletos, discursos o memorias que aparecieron en España, referidos a la
evolución de la Botánica, hasta comienzos del siglo siguiente.
La otra, y es la que nos interesa aquí,
es "La Botánica y los botánicos de la península Hispano-Lusitana", una
aportación original donde recopila todos las obras referentes a plantas de la
Península Ibérica o escritas por autores ibéricos, a las que añade unas notas
biográficas de los autores. Consta de dos partes, la primera se titula "Estudios
bibliográficos. Biblioteca botánica hispano-lusitana" y está
dividida en diez secciones. Las tres primeras están dedicadas a los comentarios
o interpretaciones de autores griegos y latinos, a las obras que hablan de las
plantas de la Biblia y a obras de autores árabes ibéricos o traducidas del
árabe. La sección cuarta se titula "Obras
didácticas, memorias y otros escritos españoles en que se tratan las doctrinas
de los diversos ramos de la Botánica total o parcialmente". La
sección quinta corresponde a obras españolas descriptivas de plantas exóticas,
la sexta a obras descriptivas de plantas ibéricas, tanto de autores ibéricos
como extranjeros, y la séptima a catálogos y noticias de plantas cultivadas en
jardines de España y Portugal. Las tres últimas se ocupan, respectivamente, de
obras con noticias biográficas o bibliográficas, de las revistas o colecciones
más o menos periódicas citadas y de obras donde aparecen retratos de botánicos
ibéricos. Esta parte termina con un índice, ordenado alfabéticamente por
autores. El criterio de inclusión de una obra en una sección concreta es laxo,
pero queda superado porque una misma obra puede aparecer en diferentes
secciones. En la segunda parte, titulada "Estudios biográficos", se
recogen bocetos biográficos más o menos completos de diferentes botánicos o
personajes ibéricos relacionados con el estudio de las plantas. Están agrupados
por siglos, pero dentro de cada siglo no hay un orden claro. La extensión es
muy desigual. Los de los grandes botánicos, por ejemplo Cavanilles (1745-1804)
o Lagasca (1776-1839),
son muy completos y prolijos y a su lado aparecen los dedicados a esforzados, aunque olvidados, curas y boticarios que,
como mucho, llegaron a publicar un solo trabajo. Afortunadamente, esta parte
termina con el índice de los autores que figuran y donde también aparecen los
géneros dedicados a botánicos y personajes relacionados con la península
Ibérica. Así, por ejemplo, nos podemos enterar que M. Lagasca dedicó, en 1816,
un género a Fernando VII, demostración evidente de que todo el mundo puede
equivocarse y que los poderosos no se dejan impresionar demasiado por las
atenciones que les pueda tributar un humilde y bienintencionado botánico.
Sobre todo la primera parte es uno
de esos trabajos de lo que a menudo se califica como de rata de biblioteca, con
una recopilación inmensa y minuciosa. Lo recoge todo: libros, artículos
dispersos en revistas de temáticas relacionadas con las ciencias naturales o
afines, manuscritos inéditos –que a menudo terminan en su biblioteca
particular– e, incluso, trabajos botánicos
que sólo conocía por referencias indirectas y que ya estaban perdidos en su
época. De cada uno hace un comentario, por breve que sea, indicando su
contenido y aportaciones; en algunos de los manuscritos el comentario es lo
suficientemente ambiguo como para no decir si la ha visto o no. También
sorprende el esfuerzo por incluir las obras de botánicos o botanófilos extranjeros
que hacen referencia a la Península, aunque algunas obras menores se le puedan
escapar, sobre todo de franceses que tocan de refilón los Pirineos, o de
algunos británicos que aprovechan una escala más o menos prolongada en Madeira
para dejar por escrito su visión de la isla. Del mismo modo incluye el Llibre de consells [conocido también como Llibre de les dones o Espill] de Jaume Roig –escrito
en la segunda del siglo XV y con numerosas ediciones a partir del XV– y considerado precursor de la picaresca, con la excusa
de que aparecen algunos nombres vulgares de plantas o una versión del
"Libro de la monteria" de 1582 que "es interesante,
porque se reconoce el estado de la poblacion de los montes de España en el
siglo XIV.". También recoge un manuscrito
"del siglo XVII, que poseyó el historiador Muñoz" o se permite copiar unos versos dedicados a la
mimosa en el comentario a "Argentina y conquista del Río de la Plata"
de Martín Barco Centenera y publicada en 1602.
Fue miembro fundador y primer
Presidente de la Sociedad Española de Historia Natural, fundada en 1871, y
perteneció a las Reales Academias de la Lengua, de Medicina y de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales. Curiosamente, a su muerte legó la biblioteca
personal, incluidos los estantes, a la Real Academia de Medicina de Madrid y no
al Jardín Botánico, institución de la que había sido Director durante treinta y
dos años.
Miguel Colmeiro (1858). La botánica y los botánicos de la península
hispano-lusitana. Estudios bibliográficos y biográficos. Imprenta M. Rivadeneyra, Madrid. 216 p.
[Disponible en Biblioteca digital del RJB]
* Se refería a Ensayo
histórico sobre los progresos de la Botánica.