viernes, 29 de diciembre de 2017

George Bentham: un joven inglés se hace botánico (Pirineos, 1825)

            A comienzos del siglo XIX el conocimiento de las plantas de los Pirineos ya había alcanzado un nivel importante. Las exploraciones de Gouan, Pourret, Saint-Amans y A.P. de Candolle, además de los trabajos de Lapeuyrouse y su red de colaboradores, permitían formarse una buena idea de su flora. Además, estaba el catálogo de Lapeyrouse, la Histoire abrégée ... de 1813 que, aún teniendo todavía numerosos errores, ya había sido corregido en el tercer volumen de la última edición de la Flore Française por de Candolle. Pero al mismo tiempo, los Pirineos eran unas montañas suficientemente extensas como para permitir nuevos descubrimientos. Así, no es extraño que los pasos de un joven inglés que hacía pocos años que se interesaba por la botánica, residente en Montpellier, se encaminaran hacia allí.
G. Bentham de joven. De Kew Gardens
George Bentham (1800-1884) es uno de los botánicos más importantes del siglo XIX y su influencia se extiende casi hasta finales del XX. Era de familia acomodada ‒el padre era ingeniero naval y el tío, Jeremy Bentham, un renombrado filósofo y jurista‒, totalmente autodidacta, extraordinariamente dotado para los idiomas ‒se dice que a los siete años ya hablaba cuatro lenguas‒ y con intereses intelectuales muy amplios: matemáticas, teología, filosofía, lógica, ... Con 20 años, cuando la familia reside en Montpellier, descubre las claves dicotómicas de la Flore Française de J.B. de Lamarck y A. de Candolle y se interesa, ya para siempre, por la botánica. Al principio parece que su interés por las plantas era puramente "mecánico", a fin de comprobar el funcionamiento de las claves y ver el ajuste de los diferentes grupos de plantas en un orden natural. El año 1823, en Londres, establece contacto con círculos botánicos de la capital y prepara una expedición a los Pirineos para el año 1824, pero finalmente la tendrá que aplazar hasta el verano de 1825.

            Aquel año, en compañía del escocés George Arnott Walker-Arnott ‒con quien ya había herborizado en 1823 por los alrededores de Montpellier‒ y los franceses Esprit Requien y Urbain Audibert ‒que sólo estuvieron durante las primeras seis semanas‒ recorren durante tres meses los Pirineos orientales y centrales. Salen de Montpellier el 17 de mayo y pasan por Narbona, Perpiñán, la costa del Rosellón entre Collioure y Banyuls, y llegan hasta Barcelona, ​​donde están cuatro días y herborizan en Montjuïc y Sarrià, aunque por falta de tiempo y con gran pesar no pueden ir hasta Montserrat. Retornan a Perpiñán y continúan por Arles y Prats de Molló y, a través del Canigó, llegan hasta Prades, donde se quedan cuatro días. Desde aquí los botánicos franceses regresan a casa. Ya ellos dos solos solos, Bentham y Walker-Arnott, continúan hasta Montlluís, donde establecen la base logística en la Cabanasse. Desde aquí, suben por el valle de Eina hasta el collado de Núria, bajan al santuario y regresan a Montlluís por el mismo camino. Continúan hacia la aduana de Bourg-Madame y llegan a la Seo, donde se quedan cuatro días, con ascensión al Cadí incluida. Suben hacia Andorra y pernoctan en Sant Julià y en Andorra la Vella, desde donde ascienden al Port Negre y retornan a la capital andorrana. Continúan hacia Soldeu y salen de Andorra por el puerto de Puymorens y regreso por el valle de Querol hasta Bourg-Madame y Montlluís. Desde aquí siguen el valle del Aude, suben el puerto de Palheràs y continúan por Ax, Foix y Saint-Girons. Atraviesan las montañas de la Crabère hasta Melles, y continúan por Saint-Béat hasta Banheres, desde donde se acercan a los valles de Benasque ‒bajan hasta el pueblo‒ y de Esquierry. Desde ahí se dirigen hacia Bagnères de Bigorre, Tolosa y retornan a Montpellier el 19 de agosto.


Hippocrepis multisiliquosa Req. ex Benth. De Flora iberica.
           Uno de los motivos confesos de la redacción del viaje es que sirva para futuras expediciones botánicas por los Pirineos; de hecho, en las páginas finales, da toda una serie de consejos logísticos ‒aprovisionamientos de comestibles y papel, guías, alojamientos, dinero, ... ‒ y recomienda variaciones sobre su itinerario. Pero la lectura es a la vez amena y está llena de descripciones variadas, detalles y anécdotas de los territorios por donde pasan. Relata sus visitas a algunos botánicos de los lugares por donde van, como el doctor Joan Francesc Bahí en Barcelona, ​​y los botánicos franceses aún vivos que habían ayudado a Lapeyrouse: Xatard, Coder y Marchand. Las peripecias también abundan: desaprovisionamiento de comestibles o falta de alojamiento, guías poco preparados, caminos dañados o directamente inexistentes, la experiencia de dormir una noche en Soldeu, ... pero leer el encuentro con el rector de Queralbs en el valle de Nuria no tiene precio. También es interesante la visión que da de Barcelona, ​​la Seo o el valle de Andorra ‒y en este caso también las disquisiciones que hace sobre la idiosincrasia de los andorranos‒, los controles aduaneros o alguna noticia sobre la reciente Guerra de la Regencia de Urgel. La visión del territorio que rezuma es la de un país seguro para los viajeros ‒en la Seo hay todavía un destacamento francés, probablemente una de las últimas guarniciones de los Cien Mil Hijos de San Lluís‒ pero con grandes diferencias entre el norte y el sur en cuanto a desarrollo e infraestructuras.

            En el viaje recolectaron 32.000 muestras de unas 1.200 especies. El catálogo, la primera obra botánica del autor, se publicó en octubre del año siguiente, y ya aparece lo que sería uno de sus rasgos diferenciales: no dar nada por bueno que no se haya comprobado previamente, citando siempre las fuentes y las localidades de origen de las plantas. De hecho, otro de los objetivos del viaje era confirmar la purga que A.P. de Candolle había hecho de la obra de Lapeyrouse; por ello, las facilidades que le dan Xatard, Coder y Marchand para estudiar sus herbarios o indicándole las localidades clásicas son importantes y muy agradecidas, pero es primordial la colaboración del hijo de Lapeyrouse, Isidore, que le da pleno acceso para estudiar el herbario de su padre.
En lo que se refiere a los Pirineos, esta obra de juventud representa el primer intento de un catálogo exhaustivo de un pedazo de la cordillera. La rigurosidad ‒nunca aceptó una cita ajena que no hubiera comprobado personalmente en campo o en herbario‒ y el gran prestigio que adquirió el autor con el tiempo, hizo que muchos de los botánicos que se acercaron más tarde siguieran muy fielmente sus recomendaciones. En parte por eso, muchos valles pirenaicos muy interesantes quedaron durante demasiado tiempo inexplorados botánicamente.

Más tarde, en 1833, George Bentham heredó el patrimonio de su padre y de su tío y eso le permitió dedicarse casi a tiempo completo a la botánica. En 1853 él y William Hooker cedieron el herbario ‒unos 100.000 ejemplares en el caso de Bentham‒ a los Royal Botanic Gardens de Kew, formando la base del herbario de Kew, hoy en día uno de los más grandes del mundo, con más de 7 millones de pliegos. Aquel año se integró también en el equipo de Kew y empezó a trabajar cinco días a la semana, hasta su muerte. Aunque antes ya había publicado monografías importantes sobre varias familias, muchas de ellas como parte del Prodromus ... de los De Candolle, ahora dará a la imprenta obras señeras: la primera flora de una parte de China ‒Flora Hongkongensis (1861)‒, la primera flora de un continente ‒Flora Australiensis (1863-1878), más de 8.000 especies en 7 volúmenes‒ y, sobre todo, Genera Plantarum (1862-1883), en colaboración con Joseph Dalton Hooker, donde agrupan más de 97.000 especies en unos 7.500 géneros y 200 familias y que representa el gran sistema de clasificación natural de las plantas con semillas, culminación de los trabajos de Jussieu y A.P. de Candolle. El llamado sistema de Bentham y Hooker ha sido el patrón de ordenación de muchos de los herbarios más importantes del mundo a lo largo del siglo XX. Y por lo menos 4 géneros de plantas, aceptados actualmente, corresponden a epónimos creados en su honor.

En el herbario de Kew se conserva aún el ejemplar que colectaron de Orchis globosa L. [actualmente Traunsteinera globosa (L.) Rchb.]. La especie no se ha reencontrado desde entonces y constituye el único testigo de la presencia de esta orquídea en los Pirineos. Yo, si a mediados de julio estoy cerca del puerto de Palheràs, procuro acercarme y dar una vuelta por sus prados. A pesar de todo, ¡la esperanza de reencontrarla aún existe! Aunque Bentham ya no publicó ninguna otra obra específicamente pirenaica, sí que regresó a los Pirineos y estuvo en la parte central de la cordillera donde no había llegado en 1825. Hay constancia de que en 1838 visitó el valle de Ossau, de donde describió Lithospermum gastonii, dedicado al pastor-botánico Pierrine Gaston-Sacaze, probablemente el primer guía botánico de los Pirineos y del que dice Bentham en el protólogo de dicha planta “... ubi detexit et cum cl. Benth. legit ingeniosus et indefessus pastor nomine Petr. Gaston.”.

George A. Walker-Arnott, por su parte, también publicó, en inglés, su relato de una parte del viaje, aunque sólo llega hasta la salida de Andorra. Apareció en la revista The Edinburgh New Philosophical Journal, por partes entre los años 1826 y 1829. El relato es más botánico, con numerosas disquisiciones sobre taxonomía, aunque se ocupa menos de los pormenores del trayecto. Pero esto ya es otro viaje (de) botánico!


George Bentham. Notice sur un voyage botanique fait dans les Pyrénées pendant l’été de 1825. p. 16-55. In: G. Bentham (1826). Catalogue des plantes indigènes des Pyrénées et du Bas Languedoc. Paris, chez Madame Huzard Imprimateur. 165 p. [Disponible en Biblioteca digital del RJB y en Gallica]