domingo, 27 de febrero de 2022

Michel Adanson, un naturalista en Senegal (1749-1753)

"Mes nègres ne voyant aucun abri pur eux, quitterent leurs pagnes & se jetterent à la nage dans un petite riviere qui passoit auprès de cet endroit. C'est leur coutume, lors-qu'ils sont surpris par un orage, de se plonger dans l'eau, plutôt que de s'exposer à être mouillés par celle de la pluie, dont iles craignent les mauvais effets. Pour moi qui n'eus ni le tems ni la volonté de les suivre, je me retirai sous le plus gros des pains-de-singe que je venois de voir, comptant m'y trouver à couvert comme sous le toît d'une maison. Il sembloit que le ciel fondoit en eau, tant la pluie étoit forte: chaque goutte qui tomboit s'étendoit sur la terre de toute la largeur de la main. Je ne souffris rien de sa premiere impétuosité; mais quelques minutes après, lorsque l'arbre eut été bien abreuvé, je suis inondé par l'eau qui ruisseloit de ses branches, & leurs sinuosités firent comme autant des lits, d'où se précipitoient des torrens, qui réunis dans la vaste surface du tronc, en couloient comme un fleuve. On s'imagine bien que je n'aurois pas eu beau jeu en restant sous le pain-de-singe; je m'en éloignai bien vîte, & me mis en pleine campagne, òu je ne jouai guères plus beau rôle: j'essuyai là tout l'effort du grain, qui dura une bonne heure; & je sçus à mon retour dans l'isle du Sénégal, qu'il y étoit tombé deux pouces trois lignes d'eau."

             Hay científicos que se adelantan a su tiempo, y su trabajo, incomprendido y arrinconado en los límites exteriores de la ciencia oficial, debe esperar años, cuando no siglos, para ser comprendido y valorado en su justa medida. En la historia de la Botánica, uno de los casos más representativos es el de Michel Adanson (1727-1806), trabajador infatigable que tuvo que esperar casi doscientos años antes de ser plenamente reconocido, y entonces reivindicado como un precursor de la taxonomía numérica, la aplicación de métodos numéricos para la clasificación taxonómica, que tuvo su desarrollo durante la década de los setenta del pasado siglo.

             Había nacido en la Provenza de una familia originaria de Auvernia, aunque la leyenda la hace escocesa ligada al exilio del rey Jaime II. Su padre trabajaba a las órdenes del arzobispo de Aix y, cuando éste fue nombrado arzobispo de París en 1730, toda la familia se fue allí con él. Parece que con el apoyo económico del arzobispo, ingresó muy pronto en una de las escuelas reservadas a las élites. Destacó por su memoria prodigiosa y una gran capacidad de trabajo y ya con nueve años dominaba el latín y el griego. Destinado en principio a la carrera eclesiástica, a partir de 1741 empezó a frecuentar el Jardin du Roi, donde se relacionó sobre todo con Antoine (1681-1758) y Bernard de Jussieu (1699-1777) con los que herborizó a menudo por el jardín y alrededores de París– y con René-Antoine de Réaumur, que le dio pleno acceso a sus colecciones. Desde 1745 ya tuvo claro que debía dedicarse al estudio de las plantas y abandonó cualquier veleidad eclesiástica. Presentado por su padre al director de la Compañía de las Indias occidentales, y con el aval de los Jussieu y de Réaumur, fue contratado para ir a la concesión de Senegal, con la intención de explorar sus riquezas naturales, sin destino fijo y con un sueldo no muy generoso.

             Se embarcó hacia Senegal el 3 de marzo de 1749, y no retornaría a Francia hasta primeros de enero de 1754. Su relato comienza con el viaje en barco, con vientos en contra hasta Finisterre, que los retrasan y obligan a hacer escala en Santa Cruz de Tenerife a primeros de abril para reaprovisionarse. De allí describe la pesca con antorchas y el cultivo de los viñedos en bancales con paredes de piedra seca. Zarpan de Tenerife el 15 abril y el 25 ya ven Senegal, donde el paso de la barra del río es dificultoso. Desembarcan en la isla de Senegal, en el delta del río que él llama Níger [es el que hoy día se llama río Senegal, frontera entre Senegal y Mauritania; la isla es la parte vieja de Saint-Louis, una franja estrecha de unos 2 km]. Primero se presenta a M. de la Brue, el encargado de la Compañía de Indias, con la carta de presentación de M. David, director de la Compañía en París y tío suyo. Le asigna una canoa, unos negros y un intérprete y se lanza a recorrer la isla y sus alrededores con espíritu naturalista.

             Sin demora, elabora las primeras descripciones geográficas y cartográficas y describe a los pobladores negros, asentados en los poblados y, de paso, comienza a aprender wolof. Más tarde, cuando se encuentre tierra adentro, hará lo mismo con los moros, ganaderos nómadas. Primero se dedica a explorar las islas cercanas, pero pronto aprovecha los viajes que hacen los empleados de la compañía para acompañarlos y ya a finales de junio se embarca en el primer viaje a Podor –un fuerte comercial de la compañía–, la población más interior que visitará, que está a tres días de navegación río arriba. Más tarde, a finales de agosto se embarca hacia la isla de Gorée [unos 2º y medio al sur, frente al actual Dakar], desde donde explorará también una parte del continente. Nada más regresar a la isla de Senegal a mediados de octubre, ya prepara otro viaje río arriba para regresar a Podor, pero en este caso haciendo muchas paradas y sin prisa, de donde retornará en diciembre. El año siguiente, 1750, volverá a Gorée entre enero y junio, y explorará la zona tomando la isla como base. Bajará al sur hasta el río Gambia y lo remontará. El viaje de regreso a la isla de Senegal es dificultoso y el mareo afecta a varios pasajeros, sobre todo a él, de tal modo que renunciará a cualquier otro viaje marítimo hasta que regrese a Francia. En adelante se dedicará sobre todo a explorar y describir las islas del delta del río Senegal y la parte accesible del continente, aunque volverá a remontar el río hasta Podor.

Baobabs en Senegal [Xavier Goñi]

            
En su escrito se revela como un naturalista total. Curiosamente, habla muy poco de moluscos, aunque su trabajo de malacología es básico en esta ciencia. Pero intenta capturar y describir todo lo que se le pone delante. Los pájaros le interesan mucho y se revela como un completo ornitólogo, admirándose sobre todo con las especies que llegan aquí migrando desde Europa. Y aprovecha sus viajes marítimos o en canoa para estudiar los peces. Pero también explica aspectos relacionados con manatís, hipopótamos, elefantes, cocodrilos o serpientes, entre otros. La relación con los insectos es especial aunque se dedica sobre todo a detallar los efectos de sus picaduras y las incomodidades que le ocasionan, anotando algunas estrategias de defensa; se admira de los escarabajos luminiscentes y con las construcciones de las termitas, o se sorprende del efecto del paso de una nube de langostas. Y también hace trabajo experimental: describe el dolor y el tiempo que le dura el contacto de la carabela portuguesa [Physalia physalis], analiza el contenido del estómago de un camaleón o experimenta con los peces eléctricos. En cuanto a las plantas, va enumerando –y a veces da una ligera descripción– de las diferentes formaciones vegetales que se encuentra: bosquetes espinosos, manglares, pastos, exuberantes bosques de ribera, bosques con palmeras, carrizales, saladares... Señala las plantas que cultivan en los poblados: algodón, mijo, tabaco, sandías, legumbres... Y explica el aprovechamiento del índigo, la henna y la palma de aceite. Menciona pocas plantas silvestres, pero se maravilla delante de los baobabs y de alguna gran higuera que preside un poblado.

             Ya desde el inicio dedica tiempo a la descripción y comprensión de las condiciones climáticas, aportando medidas de temperatura e intentando definir la estacionalidad. Así, un 4 de julio lo dedica a comparar durante todo el día, y a intervalos de 5 minutos –desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la noche–, la temperatura del aire y de la arena, comprobando que la de la arena llega a doblar la del aire. También le interesan las tormentas y la dinámica fluvial y de la costa.

             Por lo que cuenta, su trato con la población local es respetuoso, tanto con los negros como con los moros. Y a menudo realiza un trabajo de carácter antropológico, describiendo los poblados y las gentes, así como las recepciones que le organizan, rituales, danzas, supersticiones, ganado, comidas, cultivos... Alguna vez debe ser protegido por el jefe del poblado o escapar si acaso rompe algún tabú, como matar una víbora. Reconoce las cualidades y conocimientos de los pobladores: buenos nadadores y navegantes, conocedores de las estrellas, con estrategias de supervivencia ante tormentas e inundaciones... Parece que no establece demasiados vínculos con los negros que le acompañan, pero reconoce la ayuda que le proporcionan –alguna vez le salvan la vida– en algún naufragio, tempestad o cuando se queda completamente emboscado. Sorprende que en ningún momento haga referencia al trato de esclavos, pero tampoco dice gran cosa de los colonos franceses.

             El 10 de julio de 1753 hizo el tercer y último viaje a Podor para recolectar plantas [más de 300 pies de plantas diferentes] para vivo del bosque de ribera y cazar monos, que pretendía llevarse hacia Francia. Pero en este viaje un ataque de fiebres le deja muy debilitado y prostrado durante más de un mes y sólo puede embarcarse en el último barco que zarpa para Europa, el 6 de septiembre, cuando las condiciones del mar ya no son muy favorables. En la primera parte del viaje encuentran una calma casi absoluta, que dura unos quince días, pero aún aprovecha que se encuentra muy alejado de la costa para tomar muestras de agua de mar para analizar en París. Después de varias calmas, casi sin agua y subsistiendo comiendo pescado, entran en el puerto de Faial el 20 de octubre. Describe la climatología, los vientos y cómo afectan estos a los barcos en el puerto. Hace una descripción general de la isla: gente, bosques, ciudades, cultivos, jardines, ganado. Zarpan el 8 noviembre y pronto encuentran tormentas que ya no les abandonarán. Entran en el puerto de Brest el 4 de enero de 1754 y, al revisar las plantas, se da cuenta de que una gran parte se habían muerto durante la travesía –y el resto morirían por frío en los próximos días–. Llegó a París el 18 de febrero.


 
            Ya en París se dedica sobre todo a la edición de su libro sobre Senegal, que en realidad es un tratado de moluscos del país, precedido por la relación de su viaje. El libro se publicó en 1757, donde la relación del viaje ocupa 190 páginas y un mapa, y la parte de malacología 266 páginas y 19 láminas de dibujos de conchas de diferentes especies. El libro se vendió mal, su editor quebró y Adanson se endeudó, una carga que arrastró casi toda su vida. A su regreso de Senegal se instaló en casa de Bernard de Jussieu, y se dedicó durante diez años a ordenar y estudiar sus colecciones botánicas, publicando, ya en 1763, su gran obra Familles des plantes. Allí hace un resumen exhaustivo de los diferentes sistemas de clasificación de plantas que se han utilizado hasta su tiempo, y defiende [y establece, influido sin duda por Bernard de Jussieu] lo que llama Método natural, definiendo los diferentes rangos taxonómicos y, sobre todo, sistematizando las familias. El concepto de familia ya había sido establecido por Pierre Magnol (1638-1715) y lo había usado también el conde de Buffon (1707-1788), pero Adanson lo define y establece una clasificación consistente y sistemática de familias botánicas, considerando todos los caracteres como un conjunto y no dando, como se había hecho hasta entonces, la preponderancia a un único carácter. Distribuye 1615 géneros en 58 familias y, para cada una, define primero esquemáticamente los principales caracteres –tipo de hojas, sistema sexual, tipos de flores, corola, estambres y ovarios y número y posición de las semillas– y después de forma más detallada, utilizando hasta 65 caracteres.

             Aunque se casó en 1775, su esposa se separó en 1784. Mientras tanto, se había embarcado, solo, en un proyecto que le ocuparía el resto de su vida y que quedaría tan sólo hilvanado: la publicación de la enciclopedia Ordre universel de la nature, prevista en 27 volúmenes. Cuando la Revolución, perdió la financiación que le proporcionaba Luis XVI y, pese a algunas ofertas que recibió de Caterina la Grande, el emperador austriaco o incluso del rey de España, se quedó en París, pero en un estado de miseria tal que cuando se creó el Instituto de Francia en 1795 y se le invitó a ocupar un puesto entre los miembros de la Academia de Ciencias, rehusó diciendo que no tenía zapatos para la ocasión.

            Hoy en día el nombre de Michel Adanson es recordado sobre todo porque Linneo le dedicó el género Adansonia para designar el árbol que se conoce en todo el mundo como baobab. Adanson, cuando llegó a Senegal, quedó muy sorprendido porque no conocía ninguna referencia a un árbol tan extraordinario, conocido allí como goui por los wolofs y por los franceses como pain de singe [pan de mono] por sus frutos comestibles. Más tarde, se dio cuenta de que correspondía a la planta que aparece en el libro De plantis Aegypti liber (1592), de Prospero Alpino (1553-1617), como Bahobab, donde da la descripción y el dibujo del fruto y de las hojas. El autor, que había vivido en Egipto, es evidente que conocía el fruto y sus propiedades, pero también está claro que no llegó a ver el árbol, del que le dicen que crece en Etiopía. Cuando Linneo le dedicó el género en 1759, Adanson escribió un artículo en 1763 intentando restablecer el género Baobab, reconociendo el mérito de Alpino, pero la regla de prioridad del Código de Nomenclatura hace que prime el nombre que le dedicó Linneo.

 

Michel Adanson (1757). Voyage au Senégal. p. 1-190. In: M. Adanson. Histoire naturelle du Sénégal. Coquillages. Avec la Relation abrégée d'un Voyage fait en ce pays, pendant les années 1749, 50, 51, 52 & 53. Claude-Jean-Baptiste Bauche, Paris. 274 p. [Disponible en Gallica] [Hay dos traducciones al inglés, de 1757 i 1759, y una al alemán, de 1773]