jueves, 24 de mayo de 2018

Pedro Loefling, un botánico sueco a sueldo de la Corona española (1751-1756)




          Carl Linnaeus (1707-1778) –latinizado como Carolus Linnæus; más tarde, ennoblecido, cambió su nombre a Carl von Linné, que latinizó como Carolus a Linné– estaba firmemente convencido de que tenía la misión de poner orden en la Creación. Se le atribuye la frase "Deus creavit; Linnaeus disposuit". En pleno siglo XVIII, el de las exploraciones de nuevos países y territorios, la llegada de nuevas plantas a Europa era constante. Linneo elaboró ​​un sistema que permitía asignar fácilmente un nuevo espécimen a un grupo concreto y ponerle un nombre, contando únicamente el número de estambres y de carpelos. Al mismo tiempo estableció y fijó el método de nomenclatura binomial que, al separar el nombre de la descripción, facilitaba su memorización. La comprensibilidad y simplicidad del método contribuyeron a que tuviera una rápida difusión y una gran aceptación. Pero el objetivo era conocerlo “todo” en “todo” el mundo, y Linneo era consciente de que la cantidad de plantas todavía desconocidas era muy grande. Para descubrirlas, lo mejor era enviar gente preparada a explorar los nuevos territorios. Con esta misión sus discípulos –apóstoles los llamaba– salieron en todas direcciones: América del Norte, Japón, China, Egipto, África del Sur, India ...


            Ya en 1735, Linneo se había lamentado del desconocimiento de la flora española y de la incultura botánica en España, añadiendo además que las únicas aportaciones las había hecho el francés Joseph Pitton de Tournefort. Parece que esta afirmación se la tuvieron que escuchar alguna vez los embajadores españoles e, incluso, el Ministro de Estado, José de Carvajal y Lancaster (1698-1754) por parte de un grupo de aristócratas ingleses de paso por Madrid. Así, en 1750, Carvajal, mediante el embajador en Suecia, se pone en contacto con Linneo y le pide que envíe un discípulo suyo a España. El escogido fue Pehr Löfling (1729-1756) –latinizado Petrus Loefling–, que había ido a estudiar medicina a la Universidad de Uppsala, donde descubrió la botánica de la mano de Linneo. Era un estudiante con grandes aptitudes para la botánica y, ante las dificultades económicas por las que pasaba, Linneo se lo llevó a vivir a su casa, con la idea de echarle una mano, pero también para que, como tutor de su hijo, estimulara el interés de esté por las plantas. Llegó a ser su alumno predilecto, y le asistió como secretario cuando Linneo tuvo que guardar cama enfermo de reuma.

El viaje de Loefling comienza el 16 de mayo de 1751, embarcando hacia Portugal. Hacen escala en Oporto y desembarca en Setúbal a finales de septiembre, desde donde va a Lisboa. El viaje hasta Madrid lo hace con Louis Godin, uno de los matemáticos recién llegado de América, que había participado en la expedición de La Condamine. Van hacia Madrid por Badajoz, Mérida, Trujillo y Talavera de la Reina y llegan a la capital el 20 de octubre. Se presenta en el Escorial ante José de Carvajal, Secretario de Estado y promotor de su viaje, y entra al servicio de la Corona española con sueldo y cargo de botánico. En Madrid, rápidamente contacta con los botánicos de la capital, todos ellos boticarios o médicos, buenos conocedores de plantas, pero que no habían publicado gran cosa todavía. El grupo lo formaban Joan Minuart (1693-1768), Josep Quer (1695-1764), José Ortega (1703-1761), Miquel Barnades (1708-1771) y Cristóbal Vélez (c. 1710-1753). Según refiere Loefling, parece que las relaciones eran muy buenas con Minuart y Barnades, cordiales con Ortega y Vélez y de una cierta frialdad con Quer. Pronto comprende que estar al servicio de la Corona implica graves limitaciones de movilidad, porque necesita permisos para salir de la Corte. En los dos primeros años las herborizaciones están limitadas a las afueras de Madrid, y las salidas a Aranjuez, San Fernando –donde tiene el jardín Barnades– o Ciempozuelos son acontecimientos extraordinarios; prepara viajes a Toledo o San Ildefonso, pero no dice nada más de ellos y probablemente no los llegó a hacer. En cualquier caso, sus colegas españoles le cedieron plantas que herborizaron en diversos viajes, mientras él permanecía en Madrid: Barnades de Pirineos, Minuart de las montañas de Castilla o Vélez de Andalucía y la Mancha.

Ya desde su llegada a Madrid, José de Carvajal le había comunicado que el objetivo final eran las provincias americanas. A finales de agosto de 1753 tiene la confirmación de que él será el jefe del equipo de historia natural, formado por dos médicos recién licenciados –Benito Paltor, nacido en los Pirineos según Loefling, y formado en Valencia, y Antonio Condal, de Barcelona– y por dos jóvenes dibujantes –Bruno Salvador y Juan de Dios Castel. Todos ellos formarían parte de una expedición hacia América, pero con destino aún desconocido. A mediados de octubre se dirigen todos hacia Cádiz, pero el embarque se aplaza y Loefling aprovecha para explorar el Puerto de Santa María. Gracias a la demora, le llega a tiempo el primer volumen de Species Plantarum de Linneo para llevárselo a América. Entonces ya saben que forman parte de la expedición de la Comisión de Límites comandada por el capitán José de Iturriaga, con destino al puerto de La Guaira, y con órdenes de remontar el Orinoco, para llegar a Bogotá, Quito, Lima y a todo el Perú. Zarpan de Cádiz el 15 de febrero de 1754 y desembarcan en Cumaná –actual Venezuela– el 11 de abril. A Linneo tan solo le llegaron dos cartas desde América, del 18 de abril y del 20 de octubre. En la última, Loefling le comenta los progresos botánicos en los alrededores de Cumaná: en unos diez meses han colectado unas 600 especies, casi todas ya determinadas, con descripciones detalladas de unas 250, de las que una treintena corresponden a géneros nuevos. Al mismo tiempo le anuncia también lo que será el gran problema de los expedicionarios: los primeros ataques de fiebres.

Loefling murió de paludismo en la Guyana, en la misión de San Antonio de Caroní, el 22 de febrero de 1756. Tan sólo había podido herborizar entre Cumaná y Barcelona. Mientras vivió, el equipo de historia natural funcionó adecuadamente, pero al poco tiempo de morir él, Condal desertó y, en agosto de 1757, también lo hizo Paltor, al sentirse despreciado y degradado por Iturriaga. La Comisión de Límites fue en sus inicios un auténtico desastre, con un importante retraso y muchas muertes por enfermedad. El carácter y las decisiones de Iturriaga y su enfrentamiento con el gobernador de Cumaná, que tenía una actitud claramente obstruccionista, tampoco ayudaron a mejorar la situación. Hasta que no se hizo cargo José Solano, no lograron remontar el Orinoco y penetrar por el Casiquiare. Tan sólo lograron llegar a los enclaves portugueses del Río Negro en 1759. La Comisión se disolvió oficialmente en 1761.

            La imagen que nos llega de Loefling es la de un joven completamente entregado al estudio de las plantas, pero sin renunciar a las otras ramas de las ciencias naturales. Así, después del viaje desde Suecia, envía a Linneo un listado y observaciones sobre algas o, en la espera para embarcar en Cádiz, hace un estudio muy completo de los peces de la bahía; entremedias publica también unas observaciones sobre corales, describe un escarabajo pelotero o el pulgón de la cornicabra y, con Barnades, se dedican a la descripción de aves. Pero son las plantas lo que más le impresiona e interesa. Nada más llegar a Portugal busca el famoso drago que había visto Clusius en 1564 o la palmera canaria, y también se sorprende ante plantas americanas aclimatadas, como los agaves o las chumberas. Reconoce muchas de las plantas autóctonas, pero pronto se da cuenta de la diversidad y complejidad de algunos grupos de plantas ibéricas como las cistáceas o las pequeñas cariofiláceas anuales, a las que dedicaría buena parte de sus esfuerzos durante los años siguientes. También experimenta por si mismo el triste sino de los botánicos mediterráneos en busca de las plantas anuales de primavera: un año aparecen por todas partes y en cantidades abrumadoras, y al año siguiente apenas si se encuentran unos pocos pies raquíticos. Las plantas son su centro de interés y están omnipresentes en todo el relato. No hay que olvidar, sin embargo, que el texto de su estancia en España está formado por las cartas dirigidas a Linneo, y lo que aparece son sobre todo listas de plantas recolectadas y comentarios sobre determinaciones o problemas taxonómicos. También figuran noticias sobre las relaciones con los botánicos y políticos españoles, sobre la colonia extranjera en la capital o sobre los otros discípulos de Linneo dispersos por el mundo. Durante los años en Madrid, busca en todo momento la aprobación de Linneo y las enseñanzas que éste le pueda aportar, pero durante el periplo americano adquiere ya total autonomía. En cualquier caso, Linneo "editó"* las cartas de Loefling para evitar susceptibilidades con los botánicos madrileños, e incluso halagarles, sobre todo pensando en Joseph Quer, uno de los hombres de pro de la Corte, e irreducible tournefortiano.

La versión en castellano de Ignacio de Asso (1742-1814) sólo contiene la traducción del prefacio y del diario del viaje, en sueco en el original. El prefacio es obra de Linneo y es una semejanza y alabanza de la vida y méritos del discípulo. El diario de viaje lo editó Linneo, según dice en el prefacio, a partir de las cartas que le envió Loefling durante su estancia en Portugal y España, a las que añadió algunas descripciones de plantas singulares. También incluyó un extracto de los manuscritos que le llegaron del período americano. El texto en español contiene a menudo notas a pie de página y todas parecen obra de A.J. Cavanilles (1745-1804), editor de botánica de la revista. El original de 1758, el Iter hispanicum, contiene además una parte, en latín, dedicada a la descripción de plantas españolas y otra parte de plantas americanas, así como algunos apéndices e índices finales más.


Observaciones de Historia natural hechas en España y en América por Pedro Loefling: traducidas del Sueco, según la edición de Cárlos Linneo, por D. Ignacio de Asso. Anales de Ciencias Naturales 3: 278-315 (1801); 4: 155-191, 324-339 (1801); 5: 82-104, 296-340 (1802). [Disponible en Biblioteca digital del RJB; reimpreso en Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural 5: 11-134 (1908), disponible en Biblioteca digital del RJB].

Petri Loefling Iter hispanicum, eller resa Til spanska länderna uti Europa och America, förrätad ifrån År 1751 til År 1756, med beskrifningar och rön öfver de märkvärdigaste växter, utgifven Efter dess Frånfälle af Carl Linnaeus. Stockholm, Ṫryckt på Direct. Lars Salvii Kostnad (1758). 316 p. [Disponible en Biblioteca digital del RJB y en Internet Archive]


* Para entender mejor la purga que hizo Linneo de la correspondencia de Loefling, ver G. López González (1990). La obra botánica de Löfling en España, pp. 33-49. In: F. Pelayo. Pehr Löfling y la Expedición al Orinoco, 1754-1761. Madrid, CSIC. 190 p.


Edición del texto por Edith Castells y Pilar Pérez Ramón.