"A Perarua invase la mia camera un ufficiale Spagnuolo con 8 soldati per sequestrare
i proclami
rivoluzionari, che io era ito a spargere colà, i quali poi trovò altro non essere, che carta straccia per disseccar piante.
Per la singolare mia
destrezza, e colpo d'occhio nel percorrer monti, indovinarne gli
andirivieni, e le uscite, calcolare il tempo necessario alle gite propostemi, fui preso a Sallient per uno incaricato dal
Governo al fine di indicare ai Doganieri i posti da guardarsi di preferenza contro il contrabbando: già si susurrava, poco ci mancò, che non mi si gettasse giù da una rupe, in un paese, nel quale, come nella maggior parte di quelli dei Pirenei
Arragonesi, tutti sono contrabbandieri, cominciando dall' Alcalde, e dal Curato, sino alle donne."
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Hay personas en las que su
conducta durante su primera juventud nada hace prever que llegará un momento en
que se marcan –o mejor dicho,
encuentran– un objetivo al
que pueden dedicarse el resto de su vida, a menudo de forma obsesiva. Esto es
particularmente notable en el caso de los botánicos, ya que muchos de ellos,
una vez la pasión por conocer las plantas se ha apoderado de su espíritu, ya no
pueden detenerse. Y en las arras de su compromiso, a menudo inalcanzable, se
dejan hasta el último aliento.
El caso de Pietro Bubani
(1806-1888) parece que corresponde a este modelo. Todo en él, tanto el
personaje como su obra, es apasionado y excesivo. Hacia el final de su vida, en
1878, publicó un libro con la excusa de honrar la figura del que consideraba su
único mentor como botánico, Michel Félix Dunal (1789-1856) –aunque ya hacía veintidós años que había muerto!–, pero que más bien es una justificación de su obra
y un ajuste de cuentas con algunos de los botánicos a los que había tratado. El
librito, titulado Dunalia, contiene
siete apartados, todos escritos por él, de extensión desigual, y todos
dedicados, de una forma u otra, a reivindicar su obra.
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[S. Landi, 2006] |
El primero –titulado Narcissus dubius– trata de una nota enviada al Boletín de la Sociedad Botánica de
Francia sobre esta planta, pero que no llego a publicarse, y parte de su
correspondencia con el secretario de la Sociedad –Eugène
Fournier (1834-1884)– al respecto. Aprovecha para
incluir la nota original. El siguiente es una carta enviada a Alphonse de
Candolle (1806-1893) a Ginebra en 1868 sobre sus leyes de nomenclatura botánica
y donde critica que el principio de prioridad no sea absoluto y se establezca
en la obra de Linneo, desestimando así los autores clásicos. En el tercero – Ricorso a me del Moquin Tandon, prof. a
Toulouse, per la determinazione di piante francesi, con altre accessorie
considerazioni su quel soggetto– explica su relación con
Alfred Moquin-Tandon (1804-1863) a raíz del envío por parte de éste de un
paquete de unas 400 plantas de los Pirineos en 1842 para que las determine y de
algún encuentro personal posterior. No se corta un pelo, y critica la, para él,
incompetencia como florista de Moquin-Tandon y su soberbia personal. Y, de
paso, lo compara con otros botánicos que considera sobrevalorados: "Meravigliato dei succesi ottenuti da certe
persone, nelle nostra Scienza ancora, dal grosso e buon parlatore Ortega
[Casimiro Gómez Ortega, 1740-1818], dal
ciarlatano Lecoq [Henri Lecoq, 1802-1871], dall'inetto Targioni Ant. [Antonio Targioni Tozzetti, 1785-1856], e da altri tanti acclamati, esaltati,
decorati...". El título del siguiente apartado es Sferzata al Clos y es una crítica
redactada veinte años antes –entonces en francés y titulada
Coup de boutoir à Clos–, de un trabajo publicado por Dominique Clos (1821-1908) sobre el
herbario pirenaico del barón de Lapeyrouse (1744-1818). Bubani deja la obra de
Lapeyrouse por tierra –salvando la labor de sus
colaboradores– y ataca la revisión de Clos de algunas
plantas. Analiza en detalle aquellas en las que discrepa de las
determinaciones, bien de Lapeyrouse o bien de Clos, unas 150 en total. De los
otros apartados, uno lleva por título Un
'occhiata verso la Flora Toscana y comienza: "Nel Prodromo della Flora Toscana, dato dal
Prof. Caruel (1860, e seg.), appena si scorge di me menzione...". Y a continuación enumera y comenta las plantas más
interesantes que ha colectado en la Toscana, muchas de ellas comunicadas a
Théodore Caruel (1830-1898) por carta y no recogidas en la obra de éste. Otro
es una "actualización" nomenclatural de una centuria de plantas que
había publicado en 1843 en los Anales de Ciencias Naturales de Bolonia.
Pero
el que nos interesa aquí es el que titula Cenno
storico dei miei Viaggi Botanici nei Pirenei y que, en realidad, es
un resumen y justificación de su vida y obra, con el eje central de sus viajes
de punta a punta de los Pirineos durante más de veinticinco años. Ya en la
primera línea se define como un "giovine sanguigno, e bollente" –con poco más de once años!– y
explica someramente sus primeros años. Estudia Medicina en Bolonia por
presiones paternas, aunque era un apasionado de la música, el teatro y los
clásicos. Ya licenciado, en 1831 se involucró en las revueltas contra los
Estados Pontificios, pero aplastada la revolución por las tropas austríacas,
debe refugiarse en la Toscana, de donde al final también debe marchar,
traicionado y "per essermi quivi mostrato molto amante delle donne, e per niente amico della pretaglia". Tras una breve estancia en Marsella, llega a
Montpellier en octubre de 1835. Allí, ya interesado por la botánica, se
relaciona con los profesores del Jardín Botánico, Alire Delile (1778-1850) y
Félix Dunal, a quien pronto acompaña en sus herborizaciones. Pero fue Dunal
quien lo acogió como un discípulo y le aconsejó que dirigiera sus esfuerzos
hacia los Pirineos. Y a primeros de julio de 1836 hizo su primer viaje:
Narbona, Perpiñán, Prades y Mont-Louis, donde estableció su primera base y estuvo
sobre todo en la Cerdaña, el Capsir y el Donezan hasta primeros de septiembre,
en que retornó a Montpellier. Los años siguientes, hasta 1840, continúa la
exploración de los Pirineos centrales y orientales franceses, pero no pasa de
Ariège hacia el oeste. Mientras tanto, ha realizado varias estancias en
Toulouse para estudiar el herbario de Lapeyrouse (1744-1818). En 1841 marcha hacia
el País Vasco francés, que lo cautivará para siempre –"E mi sembrò quello un Paradiso terrestre, perchè facili i monti, ameni i luoghi, le donne bellissime"–, y a donde regresará en el futuro. El año 1842 quería dedicarlo a
explorar los Pirineos catalanes, pero la amenaza de los trabucaires le hace desistir, aunque es consciente de que para
poder hacer una flora de los Pirineos, debe explorar la parte española. Ya
había hecho alguna incursión rápida más allá de la frontera, pero a menudo
habían acabado con algún percance: carlistas, aduaneros, campesinos que lo
toman por un francés, mal tiempo. Finalmente, en 1844 decide dedicarlo al País
Vasco y Navarra. Después pasa el invierno en Toulouse y los dos años siguientes
los dedica uno al Pirineo aragonés y el otro al catalán.
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Parte oriental de Peña Montañesa (Sobrarbe). Al fondo, la silueta del monasterio
de San Beturián [San Victorián], parada reiterada en casi todas las visitas de
Bubani al Pirineo aragonés.
Es en Organyà, a finales de junio de 1846, cuando al
preguntar por qué suenan las campanas, le dicen que hay un nuevo papa en Roma,
Pío IX, y que su antecesor, Gregorio XVI había muerto hacía unos veinte días.
Más tarde, en Camprodon, se entera de que el Vaticano ha anunciado una amnistía
para todos los desterrados políticos. Y así, a primeros de abril de 1847
regresa a la casa familiar, después de quince años y medio de ausencia. Pero,
considerando que el manuscrito está todavía incompleto y hay numerosas lagunas
en la exploración del territorio, emprende otra vez el viaje a los Pirineos. A
finales de mayo de 1850 entra por el puerto de Canfranc, explora la parte
aragonesa y navarra y pasa el invierno en Madrid, estudiando los herbarios de Cavanilles,
Lagasca y Pourret. Al año siguiente recorre los Pirineos centrales y orientales
y en invierno se refugia en Bolonia y Florencia, donde continúa con la
redacción del manuscrito. Y aun repite en Pirineos durante 1852 y 1853. Los
próximos años los dedicará a completar el manuscrito y ordenar el herbario,
aunque también debe encargarse de asuntos familiares porqué en estos años muere
su padre. Cierra la primera versión del manuscrito a primeros de febrero de
1856. Pero no se da por satisfecho y todavía regresa a Pirineos los años
1857-58 y 1860-62. La segunda versión del manuscrito la cerrará en diciembre de
1873.
Parece que normalmente
viajaba y herborizaba solo, pero alguna vez se relacionaba con otros botánicos
en el campo. El más citado por él es Louis Joseph Deville (1817-1867), abogado
en Tarbes, que le cedió su herbario, pero también Pierrine Gaston-Sacaze (1797-1893),
el pastor que se convirtió en el acompañante imprescindible de todos los
botánicos que visitaban el valle de Osseau o Francisco Campderà (1793-1865), el
amigo de Dunal y médico en Lloret de Mar, donde le acogió alguna vez. No
concreta mucho de qué vive y alguna vez se queja de la escasez de sus recursos.
En algún momento dice que renunció a una ayuda del gobierno francés para los
emigrados políticos y también que no aceptó una propuesta para dedicarse a la
docencia en Toulouse. Explica que su padre le enviaba algún dinero, pero
totalmente insuficiente para los gastos de sus investigaciones. En el escrito,
a menudo alaba su independencia y la libertad del que no debe favores ni
dinero. A pesar de ello, sus gastos serían considerables. Se mueve con una gran
facilidad de punta a punta de la cordillera y en sus viajes normalmente lleva
guía, animal de carga y a menudo se aloja en hostales, aunque los inviernos los
pasa en una ciudad, normalmente Montpellier o Toulouse. Y su bolsa, alguna vez,
había despertado la codicia de aduaneros o maleantes.
Pietro Bubani murió
repentinamente –medio ciego, cayó del balcón de su casa–
en 1888, con la tercera revisión de su obra ya muy avanzada. Pero primero la
muerte de su hija, y luego problemas con la viuda, hicieron que la obra quedara
inédita. Finalmente, los cuatro volúmenes de la Flora Pyrenae se publicaron entre 1897 y 1902, editados por Otto
Penzig (1856-1929), profesor de botánica y director del jardín botánico de
Génova. Esta obra ha sido muy criticada por los botánicos posteriores. Pedro
Montserrat* resumió sus defectos en tres. Primero, el uso de un latín clásico,
enrevesado y alejado del latín botánico usual ya en su época. Después, no
seguir las normas que fijan la publicación de Linné, Species Plantarum, y 1753 como el inicio del principio de
prioridad, sino que él pretendía incluir los clásicos griegos y latinos y,
además, lo hace de una forma inconsistente –"...
es un Botánico heterodoxo y peligroso para el principiante. Era caprichoso y
cambiaba el nombre que no le gustaba por considerarlo poco apropiado..."–. Y, finalmente, su criterio taxonómico, muy subjetivo, con
tendencia a ser sintético y con poca base biológica. Un caso muy exagerado de
esto último es el tratamiento que da al género Prunella, donde agrupa bajo P.
vulgaris lo que hoy en día se consideran tres especies: P. vulgaris, P. grandiflora y P. laciniata;
eso sí, después de dedicar más de seis páginas a discutir la historia
nomenclatural, repasar la bibliografía y analizar la variabilidad de los
taxones que incluye.
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Dioscorea pyrenaica, sin duda la aportación más singular de
P. Bubani a la flora pirenaica [Joaquín Ascaso]
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Su obra como
explorador botánico de los Pirineos, sin embargo, es inmensa. Fue el primero en
dar noticia de la flora de muchos valles pirenaicos, sobre todo meridionales, y
aunque con los años repitió a menudo las visitas a determinadas zonas, se alejó
de los caminos ya trillados antes por otros botánicos –que en realidad, en el lado español, habían sido
bien pocos–. También es
cierto que el retraso en publicar muchos de sus hallazgos hizo que estos quedaran
devaluados. El caso más emblemático al respecto es el de su gran descubrimiento
para la flora de los Pirineos, la Dioscorea
de las fisuras de rocas y pedregales calcáreos de las cimas de los Pirineos
centrales, que encontró por primera vez en Peña Montañesa, en julio de 1845, y
en octubre del mismo año en el Portillón de Tella. Años más tarde, en 1861, la
encontraría también en el Turbón. Pero, mientras tanto, la comentó y enseñó a
varios botánicos, entre ellos Henri Bordère (1825-1889), maestro de escuela en
Gèdre, cerca de Gavarnie, que la colectó en abundancia allí y la repartió entre
los colegas. Y en 1866, el abate Joseph Miégeville (1819-1901) publicó
válidamente el nombre: el volumen correspondiente de la Flora Pyrenae donde Bubani describía la especie –el cuarto–, no aparecería hasta 1902!
La recopilación de la información corológica publicada en su Flora es tan sólo una parte de la recogida en el herbario, pero éste –conservado en Génova– normalmente ha quedado relegado por
los investigadores de la flora pirenaica. En la Biblioteca Comunal de Bolonia se conservan sus memorias manuscritas e inéditas, que comprenden desde 1849 a 1863, donde hay mucha información, aun por analizar en detalle, de sus
correrías.
A partir de sus
escritos nos podemos hacer una cierta idea de su personalidad: un personaje
apasionado, de firmes convicciones sobre su destino, franco, incansable,
inasequible al desaliento, que no olvida los agravios –reales o supuestos– y sin problemas
para expresar libremente sus opiniones –a veces de forma más o menos colérica–, tanto sobre las
personas como sobre las cosas. Ya de mayor, aposentado en Bagnacavallo (Emilia
Romagna), en el palacio familiar –su padre, aprovechando la desamortización de
Napoleón, se convirtió en un terrateniente muy rico–, parece que tenía por
costumbre publicar y repartir folletos con sus controversias cívicas e incluso
diatribas personales. En fin, todo un carácter, excéntrico, con muy pocos
amigos y orgulloso de su libertad. Joan Isern (1821-1865), el botánico de
Setcases que quizás más lo acompañó en el campo, sobre todo por los Pirineos
orientales y centrales, dejó escrito sobre él: "Aprendí mucho con él y me
divertí con el relato de sus excentricidades."
Pietro
Bubani. Cenno storico dei miei Viaggi
Botanici nei Pirenei, e dello studio fatto in vista della flora di essi monti.
p. 62-86. In: P. Bubani (1878). Dunalia.
Imola, 100 p. [Accessible
en The Online Books Page]
*P. Montserrat Recoder (1990). Los viajes de P. Bubani por el Pirineo
español. Monografías del Instituto
Pirenaico de Ecología 5: 169-174. [Disponible en https://digital.csic.es/bitstream/10261/73877/1/Montserrat_P.bubani_IPE_5.pdf]