martes, 30 de octubre de 2018

Enric Gros: una campaña de herborización en Andalucía (1919)



       A mediados de la segunda década del siglo pasado se formó uno de los equipos más peculiar y efectivo de la botánica española. Era un trío formado por un recolector, un determinador y un organizador.
       Carlos Pau y Español (1857-1937) era el encargado de determinar las plantas en la rebotica de su farmacia de Segorbe (Castellón), aunque también herborizaba cuando podía. En esa época, era el mejor conocedor de la flora española, había conseguido formar el herbario más completo de España y tenía la biblioteca botánica más actualizada. Se consideraba deudor de Frederic Trèmols (1831-1900), botánico vocacional, que había sido profesor suyo de química en la Facultad de Farmacia de Barcelona, ​​y de Francisco Loscos (1823-1886), que lo guió y aconsejó en sus primeros tiempo como botánico desde su farmacia de Castelserás, en el Bajo Aragón. El ejemplo de este último, que terminó incomprendido y amargado, le mostró que la dedicación a la botánica debía mantenerse dentro de unos límites, pero esto no impidió que, aunque enfrentado con los botánicos que ocupaban cargos públicos en Madrid, estableciera una extensa red de corresponsales por toda España, ampliando así la que había "heredado" de Aragón por parte de F. Loscos. Asimismo, mantenía correspondencia con los más activos botánicos europeos. Entre sus corresponsales era famoso por su formalidad y concisión, espoleándolos siempre a trabajar más y con más rigor. De hecho, él es en buena parte el responsable, gracias a su insistencia, de que vieran la luz la Flora Descriptiva é ilustrada de Galicia (1905-1909) de Baltasar Merino (1845-1917) y la Flora de Catalunya (1913-1937) de Joan Cadevall (1846-1921).
       Pius Font i Quer (1888-1964) era el coordinador del grupo, se encargaba de la logística y, cuando podía, ayudaba a los otros dos. Químico y farmacéutico de formación, en 1911 había ingresado en el ejército como farmacéutico militar y alternaba su carrera militar con la de naturalista al servicio del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona. Se reconocía discípulo de Joan Cadevall y pronto buscó también el apoyo de Carlos Pau, con quien mantuvo una relación larga y fructífera, hasta la muerte de éste.

      Enric Gros i Miquel (1864-1949), el recolector, había nacido en Franciac de la Selva, una aldea de Caldes de Malavella (Gerona), en una familia pobrísima y hasta los 20 años no aprendió las primeras letras. Según Font i Quer, en su juventud había "tastat múltiples oficis: captaire, vailet de pastor, bouer, boscater, carboner de bosc i de ciutat, segador, dallaire, taper, ...". Más tarde, ya con Cuba independiente, se fue a la Habana –parece que huyendo de algún lío como sindicalista–, se prestó a dejarse inocular por mosquitos infectados de fiebre amarilla y casi pereció en el empeño. Allí trabajó como ayudante de laboratorio, especializándose en el cultivo de larvas de mosquito y aprendió el uso del microscopio. Al retornar a Barcelona, ​​Odón de Buen (1863-1945), entonces catedrático de zoología, lo contrató como ayudante de prácticas en la Universidad, y como tal fue quien enseñó técnica microscópica al curso de Font i Quer. Después continuó su periplo por los Laboratorios de Biología Marina que de Buen fundó en Porto Pi y en Málaga. Cuando residía en esta ciudad, a través de Francisco Beltrán Bigorra (1886-1962), entró en contacto epistolar con Carlos Pau. Éste le encomendó la exploración de los alrededores de Málaga y quedó tan satisfecho que, en el trabajo donde publicó sus resultados, incluye la carta que le había remitido Enric Gros contándole las estrategias y dificultades que había tenido que afrontar. Y acaba Pau*: "Pocas palabras. Recomiendo a este "hombre singular" como escribió Loscos en caso parecido... pero ¿a quién? Fuí tan mal político, que jamás cultivé el trato de los dispensadores de prevendas y beneficios. Gros deberá salir de Málaga: hagan el milagro, aunque se aprovechen mis enemigos de enfrente. Denme ese disgusto." Quién recoge el reto es Font i Quer, que consigue que cuando se estaba constituyendo el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona se contratara a Gros como recolector. Así, a finales de 1916, Gros, con 53 años, volvió a Barcelona y ya no cambió más de oficio hasta que, jubilado, se retiró a Calvià en Mallorca. Mientras tanto, recorrió solo o en compañía de Font i Quer, una buena parte de la Península Ibérica, Baleares y norte de Marruecos y los miles de plantas que reunió forman actualmente la base de las colecciones del Instituto Botánico de Barcelona.
            La fuente del viaje de hoy es la extensa carta que Gros envió a Pau, explicándole el desarrollo de la campaña de recolección por Andalucía en 1919, y que Pau –siempre falto de tiempo– insistió en publicar, también, como prólogo de su trabajo, argumentando: "con el fin de que se pueda apreciar con exactitud lo mismo su entusiasmo científico, que su estado psicológico, durante su molesta campaña.". El viaje se inició con la salida de Barcelona el 20 de abril, con considerable retraso sobre las previsiones por culpa de una huelga general, y lo dio por terminado al regresar a Ronda el 12 de julio. Lo acompañó, a partir de Málaga, Eugenio Estremera, que había sido su práctico años antes en esa ciudad, y sólo al final del viaje, en julio, cuando visita Ronda y la Sierra de las Nieves lo hará sin su compañía. El objetivo del viaje es la recolección de cualquier planta que esté en condiciones, pero especialmente las del género Sideritis, debido a que Font i Quer está preparando una monografía y ya le ha proporcionado una lista con las localidades conocidas en las que hay que herborizarlas.
 
Itinerario seguido a pie por Enric Gros y Eugenio Estremera
      Gros embarcó en Barcelona, con 180 kg de carga, hacia Málaga, donde llegó 6 días después, tras hacer escala en Valencia y Alicante. Durante los casi tres meses en que recorrió tierras andaluzas se desplazó entre el límite de la provincia de Granada por el Este hasta Medina-Sidonia en Cádiz por el Oeste y entre Los Barrios, cerca de Algeciras, por el Sur, hasta Ronda o la Sierra Tejeda hacia el Norte, recolectando tanto las zonas litorales como las sierras más destacadas. Así, recorre a pie casi todo el litoral, desde cerca de Almuñécar hasta Castellar de la Frontera, y sube a las sierras Tejeda, de Mijas, Marbella [Sierra Blanca], Bermeja y de las Nieves. Dedica muchos días a Sierra Bermeja y a Sierra Tejeda, donde las recolecciones, a pesar del año seco, son provechosas. En cambio, sale muy decepcionado de la Sierra de las Nieves, que es la que tenía más interés en conocer. En total, recorrieron a pie y cargados con las prensas para las recolecciones del día unos 800 km, aparte de los transitados en carruajes o en tren.
       Gros hace una descripción sencilla pero informativa del itinerario, trabajos e incidencias remarcables. Casi día a día cuenta el trayecto, el medio de locomoción y deja entrever la logística, realmente compleja, con las prensas y el papel de secar. Todo vale para los envíos en avanzada de prensas, vacías o llenas, hacia los lugares previstos de paso: tren, diligencias, arrieros. Explica también el secado de las plantas y las remesas de los paquetes con las ya secas hacia Barcelona. A menudo las pernoctaciones adquieren protagonismo, alguna vez aparece el nombre de la posada, pero también lo cuenta cuando la habitación es improvisada: estaciones de tren, cuevas, refugios de pastor. El estilo de la redacción es sencillo y alguna vez algo irónico y consigue transmitir –como dice Pau– el estado anímico del protagonista. En general, se desespera cuando las plantas están agostadas y ya no sirve de nada herborizarlas, pero en cambio soporta con cierta estoicidad cuando les cae algún chaparrón en la sierra que los obliga a regresar a la base, empapados y con el papel de las prensas inservible para unos cuantos días. Aunque cuando se encrespa es si las prensas no le llegan a tiempo a los lugares concertados. Les afectó especialmente la celebración de elecciones generales a finales de mayo, que se preveían muy reñidas, y en la que los arrieros se quedaron en casa para poder ir a votar; entonces la llegada de las prensas se retrasó cuatro días, en los que tuvieron que quedarse más o menos inactivos en Málaga. Del mismo modo, muestra su preocupación por los gastos que hace, sobre todo si considera que las plantas colectadas no lo compensan. A lo largo del relato también va explicando, cada vez con más pesar, como empeoran sus problemas de visión, que incluso le hacen plantearse abandonar y regresar a Barcelona; evidentemente, la alegría es total cuando la dueña de la posada de Yunquera consigue curarlo, aunque nos quedamos con las ganas de conocer el remedio.
 
El pinsapar de la Siera de las Nieves hoy día (A. Rivas)
      Las descripciones que da del medio son concisas y precisas. Generalmente indica los materiales geológicos y los nombres vulgares de las plantas más características que conforman el paisaje, aunque de vez en cuando también aparece algún nombre científico: Lavandula, Erica, Cistus, en los que diferencia varias especies. También señala aquellas plantas que le parecen más interesantes o incluso deja escrita alguna observación de tipo corológico o taxonómico. Pero lo que más conmueve es leer su alegato final a favor de la conservación de los bosques de pinsapo de la Sierra de las Nieves, que tanto le han impresionado por su grandiosidad y que se encuentran dañados por el sobrepastoreo. A pesar de que ya hacia 1870 la Sociedad Malagueña de Ciencias había pedido al ministerio correspondiente que la sierra fuera declarada Parque Nacional por sus valores paisajísticos, Gros constata la degradación –de hecho tiene que volver con las prensas casi vacías– y apunta a los culpables: los administradores forestales, que con su negligencia permiten pastar más de tres mil cabezas de ganado donde apenas caben quinientas. Y también hace uno de los primeros recuentos de reclutamientos de pinsapo, comprobando que el problema no es la falta de plantones, sino que están "esperando seguramente el momento de ser decapitados por la primera cabra que pase".  
       No menos de una quincena de plantas, algunas híbridas, llevan epítetos específicos que honran y recuerdan "aquest home extraordinari, devot apassionat de la ciència, humilíssim, treballador incansable, noble, lleial i honrat a més no poder" **.

Enric Gros. Prólogo. p. 7-16. In: C. Pau (1922). Nueva contribución al estudio de la Flora de Granada. Memòries del Museu de Ciències Naturals de Barcelona, sèrie botànica 1(1): 1-74 + X lám. [Disponible en Biblioteca digital del RJB]


* Carlos Pau (1916). Contribución al estudio de la flora de Granada. Treballs de la Institució Catalana d'Història Natural 1916: 195-227. [Disponible en Biblioteca digital del RJB]
** Pius Font i Quer (1953). Història de dos botànics catalans. Anuari de l'Institut d'Estudis Catalans de 1953: 21-45.

jueves, 26 de julio de 2018

Garcia de Orta: Europa descubre las plantas de Oriente (Goa, 1563)




            El libro de hoy no es un libro de viajes al uso, y quizás ni tan siquiera se puede calificar como libro de viajes. Pero su contenido, hablando de plantas exóticas y tierras lejanas, excitó la imaginación de los europeos de finales del Renacimiento y fue una referencia ineludible, durante más de dos siglos, en toda controversia sobre las riquezas naturales de Oriente. Publicado en Goa en 1563, el Coloquios dos simples e drogas da India representa el primer tratado sobre el terreno, desde un punto de vista europeo, de las especias que tradicionalmente habían llegado a occidente a través de la ruta de la seda y, sobre todo, de las plantas que las producían; además, descubrió a los europeos muchas otras entonces completamente desconocidas. Hay que tener en cuenta que hacía tan sólo 65 años que Vasco de Gama había llegado a la India, y que casi todo el conocimiento previo que se tenía de estas especias –cuando lo había– provenía de fuentes griegas y latinas o árabes. El libro de los viajes de Marco Polo, dos siglos antes, también había aportado información sobre algunas de ellas, pero los eruditos europeos continuaban discutiendo sobre el origen de las especias y las plantas que las producían.


            El autor, Garcia de Orta (1501?-1568), era hijo de judíos conversos, originarios de Valencia de Alcántara y refugiados en Portugal. Estudió en Alcalá de Henares y Salamanca, y en 1526 ya ejercía la medicina en Lisboa. Partió hacia la India como médico de la flota del Capitán del Mar Martim Afonso de Sousa en 1534 y, cuatro años más tarde, se instaló en Goa, donde adquirió una gran reputación. Muy pronto llegó a ser el médico de cabecera de muchos de los virreyes y gobernadores portugueses, y también de algunos importantes jefes locales. El mercado de Goa ponía a su disposición todos los productos con los que comerciaban los portugueses, pero también muchos otros de consumo local y desconocidos entonces en Europa. Además, su oficio y posición social le permitían conversar y recoger muchos relatos de la gente que pasaba por el gran mercado de la ciudad, algunos provenientes de tierras lejanas: navegantes, mercaderes, religiosos, aventureros, ... Y a menudo les encargaba que le trajeran plantas no disponibles en Goa.    

            El libro está estructurado en 58 coloquios, con dos personajes principales llamados Orta y doctor Ruano, aunque de vez en cuando también pueden intervenir otras figuras secundarias. En el primer coloquio se nos presentan los dos interlocutores: Orta es el residente en la India, el que tiene experiencia digamos "de campo", mientras que el doctor Ruano es un recién llegado, con conocimientos librescos que desea contrastar con la realidad de Oriente. Según Francisco Manuel de Melo Breyner (1837-1903), conde de Ficalho, representarían respectivamente al Garcia de Orta viejo y experimentado, frente al Garcia de Orta llegado a la India treinta años antes: un joven erudito, recién licenciado y con todo el respeto por los tratados de los clásicos.



Garcia de Orta dedica un coloquio al mango Mangifera indica L., entonces desconocido en Europa y en el que acaba refiriendo el régimen alimenticio de los hindús (E. Rico)

            En cada uno de los coloquios –ordenados más o menos por orden alfabético– discuten y comentan sobre uno o más productos, casi siempre plantas, pero también los hay dedicados a los de origen animal –ámbar gris, marfil de los elefantes, lacre, perlas, bezoar– o minerales como los diamantes u otras piedras preciosas –rubíes, jades, zafiros, esmeraldas, ... En cuanto a las plantas, una parte importante trata de las especias consideradas clásicas –alcanfor, canela, cardamomo, clavo, jengibre, nuez moscada, pimienta– o conocidas en Europa ya desde tiempos de los romanos y de origen más o menos oriental: aloe, cáñamo, cálamo aromático, coco, opio, incienso o mirra. También aparecen plantas en que las únicas referencias cultas conocidas provienen de fuentes árabes: cúrcuma, plátanos, galanga, sándalo o tamarindo. Pero algunos frutos como el jinjolero, el carambolo, el coco de las Maldivas, la jaca, el lichi, el mango o el mangostán o las hojas de nim, entre otros, aparecen por primera vez en la literatura occidental en este libro. La información básica dentro de cada coloquio está referida a las especias o frutos en cuestión, pero a menudo aporta noticias sobre las plantas que las producen, su utilización, las variantes que presentan y cuáles son las referencias en los tratados clásicos, si las hay. Y todo mezclado, a menudo desordenadamente, con datos de geografía, de historia, de etimología, de etnografía; y además, también pueden aparecer disquisiciones sobre los encantadores de cobras y las mangostas o sobre diferencias entre la medicina musulmana y la hindú, los efectos de una epidemia de cólera o datos dispersos sobre la isla de Ceilán, que parece que el autor conocía de primera mano. Mientras que Garcia de Orta es muy exacto en la descripción de todo lo que ha visto, gracias a sus viajes, o por ser productos vegetales de uso más o menos común, es –según dice el conde de Ficalho– confuso en cuanto a los datos históricos de territorios más o menos alejados y que no conoce directamente. Tampoco es consistente en la utilización de términos geográficos, pero hay que tener presente que eran tierras donde los portugueses intentaban "normalizar" topónimos de origen sánscrito o árabe, que conocían desde hacía poco tiempo.

 
Portadas de las ediciones de 1563 y de 1891
            El abanico de autoridades que aparecen a lo largo del libro es muy amplio. Plinio, Dioscórides, Galeno, Avicena, Al-Razi, Abenzoar, Averroes o Laguna están entre los más citados, pero en conjunto son más de veinte y comprenden la mayor parte de la literatura médico-botánica occidental y árabe de su tiempo; entre ellos cita algunos que en aquellos momentos eran muy recientes, como Fernández de Oviedo, Ruellius o Gaspar Barreiros. Pero si por algo destacan los Coloquios, es por la importancia que da a la observación directa, soslayando las afirmaciones de los clásicos cuando contradicen la realidad aprendida del contacto con las plantas y, si es necesario, rebatiéndolos y refutándolos, a menudo ofreciendo diferentes puntos de vista. El anhelo de conocimiento lo lleva siempre a intentar separar leyenda y realidad, a menudo haciéndose traer las plantas de las que provienen los productos vegetales que utiliza y cultivándolas en el jardín. Por supuesto, alguna vez se equivoca, pero en todo el libro palpita la idea de que cualquier creencia antigua se puede cambiar por la vía de la experimentación.

            Del original de 1563 se ha dicho que es uno de los libros con más errores tipográficos que se han impreso jamás. Además de una paginación caótica, el libro termina con 20 páginas con los errores detectados por el autor y con una advertencia: no están todas. Era el primer libro de temática no religiosa impreso en Asia por los europeos y con un editor totalmente inexperto. En realidad, la versión original de los Coloquios tuvo muy poca difusión: estaba escrito en una lengua minoritaria, de lectura dificultosa debido a los errores tipográficos, publicado en una lejana colonia asiática y seguramente con una tirada muy limitada. Sin embargo, la propagación por Europa de su contenido fue muy rápida debido a la adaptación resumida y en latín, de Carolus Clusius (1526-1609) –latinización de Charles de l’Écluse–, publicada ya en 1567: Aromatum et simplicium aliquot medicamentorum apud Indos nascentium historia. Aparecieron cuatro ediciones más hasta 1593 y fueron la base de las versiones italiana (1575) y francesa (1602). Además, el Tratado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales de Cristóbal Acosta (o Cristovao da Costa) de 1578, con varias ediciones a lo largo del siglo XVI, está basado en gran parte en la obra de García de Orta, y se hicieron también traducciones a varias lenguas europeas, latín incluido. Su influencia también fue decisiva sobre la obra de Nicolás Monardes, que trata de las plantas medicinales de las Indias Occidentales (1574), y que utiliza un planteamiento muy similar. La versión que he utilizado es la del conde de Ficalho, en dos volúmenes –publicados en 1891 y 1895–, revisada y corregida, de tipografía clara y con los coloquios perfectamente delimitados, lo que la hace muy agradable de leer, sobre todo si se compara con el original. Además, esta versión contiene numerosas notas a pie de página, algunas muy extensas –a veces más que el mismo coloquio–, siempre muy documentadas y muy a menudo imprescindibles para la comprensión botánica de las plantas en discusión, y que también inciden en cuestiones etimológicas, históricas o geográficas. Mis conocimientos rudimentarios de portugués no me permiten apreciarlo, pero en Portugal se considera que el estilo literario del conde de Ficalho es uno de los más claros, elegantes y luminosos del siglo XIX.

            Los géneros Garcinia de Linneo dedicado conjuntamente al botánico suizo de origen francés Laurent Garcin (1683-1752), Garciana de Loureiro y Garcia de Rohr honran la memoria de Garcia de Orta. Su familia madre y dos hermanas había sido expulsada de Portugal en 1549 por judaizantes y se instalaron en Goa. La Inquisición se implantó en Goa en 1565 y, aunque en vida Garcia de Orta no tuvo ningún contratiempo, fue juzgado por judaísmo póstumamente y condenado. Sus restos fueron exhumados y quemados en un auto de fe en 1580. Antes, en el año 1569, una hermana suya había sido condenada y quemada viva en la hoguera.


Garcia da Orta (1563). Coloquios dos simples, e drogas he cousas mediçinais da India ... Ioannes de Endem, Goa. 264 p. [Disponible en Biblioteca Nacional de Portugal]

Coloquios dos simples e drogas da India por Garcia da Orta. Ediçao ... pelo Conde de Ficalho. Imprensa nacional, Lisboa. Vol. I, 1891, 385 p. Vol. II, 1895, 443 p. [Disponible en Biblioteca Nacional de Portugal, Biblioteca digital del RJB e Internet Archive]

Lectura complementaria: Conde de Ficalho (1886). Garcia da Orta e o seu tempo. Imprensa Nacional. 392 p. [Disponible en Internet Archive]


jueves, 24 de mayo de 2018

Pedro Loefling, un botánico sueco a sueldo de la Corona española (1751-1756)




          Carl Linnaeus (1707-1778) –latinizado como Carolus Linnæus; más tarde, ennoblecido, cambió su nombre a Carl von Linné, que latinizó como Carolus a Linné– estaba firmemente convencido de que tenía la misión de poner orden en la Creación. Se le atribuye la frase "Deus creavit; Linnaeus disposuit". En pleno siglo XVIII, el de las exploraciones de nuevos países y territorios, la llegada de nuevas plantas a Europa era constante. Linneo elaboró ​​un sistema que permitía asignar fácilmente un nuevo espécimen a un grupo concreto y ponerle un nombre, contando únicamente el número de estambres y de carpelos. Al mismo tiempo estableció y fijó el método de nomenclatura binomial que, al separar el nombre de la descripción, facilitaba su memorización. La comprensibilidad y simplicidad del método contribuyeron a que tuviera una rápida difusión y una gran aceptación. Pero el objetivo era conocerlo “todo” en “todo” el mundo, y Linneo era consciente de que la cantidad de plantas todavía desconocidas era muy grande. Para descubrirlas, lo mejor era enviar gente preparada a explorar los nuevos territorios. Con esta misión sus discípulos –apóstoles los llamaba– salieron en todas direcciones: América del Norte, Japón, China, Egipto, África del Sur, India ...


            Ya en 1735, Linneo se había lamentado del desconocimiento de la flora española y de la incultura botánica en España, añadiendo además que las únicas aportaciones las había hecho el francés Joseph Pitton de Tournefort. Parece que esta afirmación se la tuvieron que escuchar alguna vez los embajadores españoles e, incluso, el Ministro de Estado, José de Carvajal y Lancaster (1698-1754) por parte de un grupo de aristócratas ingleses de paso por Madrid. Así, en 1750, Carvajal, mediante el embajador en Suecia, se pone en contacto con Linneo y le pide que envíe un discípulo suyo a España. El escogido fue Pehr Löfling (1729-1756) –latinizado Petrus Loefling–, que había ido a estudiar medicina a la Universidad de Uppsala, donde descubrió la botánica de la mano de Linneo. Era un estudiante con grandes aptitudes para la botánica y, ante las dificultades económicas por las que pasaba, Linneo se lo llevó a vivir a su casa, con la idea de echarle una mano, pero también para que, como tutor de su hijo, estimulara el interés de esté por las plantas. Llegó a ser su alumno predilecto, y le asistió como secretario cuando Linneo tuvo que guardar cama enfermo de reuma.

El viaje de Loefling comienza el 16 de mayo de 1751, embarcando hacia Portugal. Hacen escala en Oporto y desembarca en Setúbal a finales de septiembre, desde donde va a Lisboa. El viaje hasta Madrid lo hace con Louis Godin, uno de los matemáticos recién llegado de América, que había participado en la expedición de La Condamine. Van hacia Madrid por Badajoz, Mérida, Trujillo y Talavera de la Reina y llegan a la capital el 20 de octubre. Se presenta en el Escorial ante José de Carvajal, Secretario de Estado y promotor de su viaje, y entra al servicio de la Corona española con sueldo y cargo de botánico. En Madrid, rápidamente contacta con los botánicos de la capital, todos ellos boticarios o médicos, buenos conocedores de plantas, pero que no habían publicado gran cosa todavía. El grupo lo formaban Joan Minuart (1693-1768), Josep Quer (1695-1764), José Ortega (1703-1761), Miquel Barnades (1708-1771) y Cristóbal Vélez (c. 1710-1753). Según refiere Loefling, parece que las relaciones eran muy buenas con Minuart y Barnades, cordiales con Ortega y Vélez y de una cierta frialdad con Quer. Pronto comprende que estar al servicio de la Corona implica graves limitaciones de movilidad, porque necesita permisos para salir de la Corte. En los dos primeros años las herborizaciones están limitadas a las afueras de Madrid, y las salidas a Aranjuez, San Fernando –donde tiene el jardín Barnades– o Ciempozuelos son acontecimientos extraordinarios; prepara viajes a Toledo o San Ildefonso, pero no dice nada más de ellos y probablemente no los llegó a hacer. En cualquier caso, sus colegas españoles le cedieron plantas que herborizaron en diversos viajes, mientras él permanecía en Madrid: Barnades de Pirineos, Minuart de las montañas de Castilla o Vélez de Andalucía y la Mancha.

Ya desde su llegada a Madrid, José de Carvajal le había comunicado que el objetivo final eran las provincias americanas. A finales de agosto de 1753 tiene la confirmación de que él será el jefe del equipo de historia natural, formado por dos médicos recién licenciados –Benito Paltor, nacido en los Pirineos según Loefling, y formado en Valencia, y Antonio Condal, de Barcelona– y por dos jóvenes dibujantes –Bruno Salvador y Juan de Dios Castel. Todos ellos formarían parte de una expedición hacia América, pero con destino aún desconocido. A mediados de octubre se dirigen todos hacia Cádiz, pero el embarque se aplaza y Loefling aprovecha para explorar el Puerto de Santa María. Gracias a la demora, le llega a tiempo el primer volumen de Species Plantarum de Linneo para llevárselo a América. Entonces ya saben que forman parte de la expedición de la Comisión de Límites comandada por el capitán José de Iturriaga, con destino al puerto de La Guaira, y con órdenes de remontar el Orinoco, para llegar a Bogotá, Quito, Lima y a todo el Perú. Zarpan de Cádiz el 15 de febrero de 1754 y desembarcan en Cumaná –actual Venezuela– el 11 de abril. A Linneo tan solo le llegaron dos cartas desde América, del 18 de abril y del 20 de octubre. En la última, Loefling le comenta los progresos botánicos en los alrededores de Cumaná: en unos diez meses han colectado unas 600 especies, casi todas ya determinadas, con descripciones detalladas de unas 250, de las que una treintena corresponden a géneros nuevos. Al mismo tiempo le anuncia también lo que será el gran problema de los expedicionarios: los primeros ataques de fiebres.

Loefling murió de paludismo en la Guyana, en la misión de San Antonio de Caroní, el 22 de febrero de 1756. Tan sólo había podido herborizar entre Cumaná y Barcelona. Mientras vivió, el equipo de historia natural funcionó adecuadamente, pero al poco tiempo de morir él, Condal desertó y, en agosto de 1757, también lo hizo Paltor, al sentirse despreciado y degradado por Iturriaga. La Comisión de Límites fue en sus inicios un auténtico desastre, con un importante retraso y muchas muertes por enfermedad. El carácter y las decisiones de Iturriaga y su enfrentamiento con el gobernador de Cumaná, que tenía una actitud claramente obstruccionista, tampoco ayudaron a mejorar la situación. Hasta que no se hizo cargo José Solano, no lograron remontar el Orinoco y penetrar por el Casiquiare. Tan sólo lograron llegar a los enclaves portugueses del Río Negro en 1759. La Comisión se disolvió oficialmente en 1761.

            La imagen que nos llega de Loefling es la de un joven completamente entregado al estudio de las plantas, pero sin renunciar a las otras ramas de las ciencias naturales. Así, después del viaje desde Suecia, envía a Linneo un listado y observaciones sobre algas o, en la espera para embarcar en Cádiz, hace un estudio muy completo de los peces de la bahía; entremedias publica también unas observaciones sobre corales, describe un escarabajo pelotero o el pulgón de la cornicabra y, con Barnades, se dedican a la descripción de aves. Pero son las plantas lo que más le impresiona e interesa. Nada más llegar a Portugal busca el famoso drago que había visto Clusius en 1564 o la palmera canaria, y también se sorprende ante plantas americanas aclimatadas, como los agaves o las chumberas. Reconoce muchas de las plantas autóctonas, pero pronto se da cuenta de la diversidad y complejidad de algunos grupos de plantas ibéricas como las cistáceas o las pequeñas cariofiláceas anuales, a las que dedicaría buena parte de sus esfuerzos durante los años siguientes. También experimenta por si mismo el triste sino de los botánicos mediterráneos en busca de las plantas anuales de primavera: un año aparecen por todas partes y en cantidades abrumadoras, y al año siguiente apenas si se encuentran unos pocos pies raquíticos. Las plantas son su centro de interés y están omnipresentes en todo el relato. No hay que olvidar, sin embargo, que el texto de su estancia en España está formado por las cartas dirigidas a Linneo, y lo que aparece son sobre todo listas de plantas recolectadas y comentarios sobre determinaciones o problemas taxonómicos. También figuran noticias sobre las relaciones con los botánicos y políticos españoles, sobre la colonia extranjera en la capital o sobre los otros discípulos de Linneo dispersos por el mundo. Durante los años en Madrid, busca en todo momento la aprobación de Linneo y las enseñanzas que éste le pueda aportar, pero durante el periplo americano adquiere ya total autonomía. En cualquier caso, Linneo "editó"* las cartas de Loefling para evitar susceptibilidades con los botánicos madrileños, e incluso halagarles, sobre todo pensando en Joseph Quer, uno de los hombres de pro de la Corte, e irreducible tournefortiano.

La versión en castellano de Ignacio de Asso (1742-1814) sólo contiene la traducción del prefacio y del diario del viaje, en sueco en el original. El prefacio es obra de Linneo y es una semejanza y alabanza de la vida y méritos del discípulo. El diario de viaje lo editó Linneo, según dice en el prefacio, a partir de las cartas que le envió Loefling durante su estancia en Portugal y España, a las que añadió algunas descripciones de plantas singulares. También incluyó un extracto de los manuscritos que le llegaron del período americano. El texto en español contiene a menudo notas a pie de página y todas parecen obra de A.J. Cavanilles (1745-1804), editor de botánica de la revista. El original de 1758, el Iter hispanicum, contiene además una parte, en latín, dedicada a la descripción de plantas españolas y otra parte de plantas americanas, así como algunos apéndices e índices finales más.


Observaciones de Historia natural hechas en España y en América por Pedro Loefling: traducidas del Sueco, según la edición de Cárlos Linneo, por D. Ignacio de Asso. Anales de Ciencias Naturales 3: 278-315 (1801); 4: 155-191, 324-339 (1801); 5: 82-104, 296-340 (1802). [Disponible en Biblioteca digital del RJB; reimpreso en Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural 5: 11-134 (1908), disponible en Biblioteca digital del RJB].

Petri Loefling Iter hispanicum, eller resa Til spanska länderna uti Europa och America, förrätad ifrån År 1751 til År 1756, med beskrifningar och rön öfver de märkvärdigaste växter, utgifven Efter dess Frånfälle af Carl Linnaeus. Stockholm, Ṫryckt på Direct. Lars Salvii Kostnad (1758). 316 p. [Disponible en Biblioteca digital del RJB y en Internet Archive]


* Para entender mejor la purga que hizo Linneo de la correspondencia de Loefling, ver G. López González (1990). La obra botánica de Löfling en España, pp. 33-49. In: F. Pelayo. Pehr Löfling y la Expedición al Orinoco, 1754-1761. Madrid, CSIC. 190 p.


Edición del texto por Edith Castells y Pilar Pérez Ramón.
 

martes, 27 de febrero de 2018

Richard Evans Schultes y los secretos del Amazonas (1941-1953)



            El libro del que hoy nos ocupamos es difícil de clasificar. No es únicamente una biografía, ni un libro de aventuras, ni un tratado de geografía, aunque hay un poco de todo esto en él. Está centrado en la figura de R.E. Schultes y sus exploraciones en la cuenca amazónica Colombia, Brasil y Ecuadory en la cordillera andina entre los años 1941 y 1953. También tienen un papel muy destacado los viajes de sus discípulos Tim Plowman y Wade Davis, este último autor del libro.          

            Tradicionalmente ha suscitado poco interés entre los botánicos el estudio de las plantas y hongos con propiedades psicoactivas, exceptuando cuando entran en juego intereses económicos. Aunque muchas culturas "primitivas" los han utilizado desde tiempos inmemoriales para trascender –con un uso a menudo asociado  a ceremonias con rituales de iniciación, generalmente su uso y memoria o se ha perdido o ha quedado restringido a grupos sociales más o menos marginales o aislados geográficamente. Probablemente el rechazo, cuando no directamente la persecución, de la ortodoxia cristiana y de las otras grandes religiones monoteístas, ha tenido mucho que ver en ello. Esta situación, sin embargo, comenzó a cambiar hacia finales del siglo XIX, cuando algunos etnógrafos describieron el consumo de estas plantas y hongos en algunas culturas como expresiones espirituales. Y es aquí donde hay que situar a uno de los primeros botánicos que se interesó por estas plantas y su uso, y que llegó a ser un gran experto y divulgador, Richard Evans Schultes. Sus trabajos pioneros sobre el peyote y el teonanácatl se pueden considerar los primeros estudios etnobotánicos "serios" sobre organismos psicoactivos. Asimismo, desencadenó toda una serie de acontecimientos que acabarían confluyendo con los anhelos e inquietudes de la generación beat en los años 50 y los movimientos contraculturales de los 60 y 70.

R.E. Schultes (a la derecha) [del libro]
            Richard Evans Schultes (1915-2001) se considera uno de los grandes etnobotánicos del siglo XX. Ya de pequeño le había fascinado el libro del botánico y explorador del siglo XIX Richard Spruce sobre el Amazonas, pero fue a Harvard a estudiar medicina, becado por la Iglesia Unitaria de su comunidad, situada en el área de Boston. En Harvard conoció a Oakes Ames (1874-1950), un profesor de etnobotánica muy extravagante, orquideólogo y millonario, de quien llegó a ser su alumno predilecto. Le dirigió un trabajo de pregrado sobre el uso del cactus del peyote entre los kiowas en Oklahoma y, más adelante, la tesis doctoral sobre organismos alucinógenos en México, donde identificó el teonanácatl de los indígenas como hongos del género Panaeolus. En 1941 Schultes se encontraba en el Amazonas, estudiando el uso del curare por los indígenas, y cuando Estados Unidos entró en guerra se alistó como voluntario. Sin embargo, fue reclutado por la Oficina de Plantas Industriales del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y enviado a Colombia, como explorador botánico, para evaluar las diferentes especies productoras de caucho y sus posibles opciones para cultivo industrial. El caucho era necesario para abastecer la industria bélica, que hasta entonces había dependido del suministro del SE asiático que se había interrumpido. Permaneció en Colombia hasta 1953, viajando esporádicamente a Estados Unidos, Costa Rica o Inglaterra. Cuando se cerró el programa del caucho, fue reclamado desde Harvard. Durante todo este periodo había explorado, generalmente solo, unos 80.000 km2 de territorio amazónico donde las únicas vías de comunicación eran los ríos. Se desplazaba con su inseparable canoa de aluminio de fabricación artesanal, que tan sólo pesaba 24 kg. Aprendió dos lenguas amazónicas, inventó el método para prensar y conservar las plantas en alcohol o formaldehído, que aún se utiliza hoy en día en zonas tropicales y recolectó unos 24.000 números de plantas, de las cuales unas 3.500 productoras de látex, la mayoría del género Hevea. Además, a partir de sus recolecciones, se describieron unas 300 especies nuevas para la ciencia. También pasó hambre, sufrió ataques de malaria y beriberi y experimentó personalmente con todas las plantas alucinógenas de la selva conocidas por los indígenas, buscando siempre quien todavía conservara el conocimiento tradicional para preparar las pócimas. Curiosamente, una de sus grandes frustraciones era que, mientras la mayoría de la gente que las tomaba sufría unas fuertes sensaciones de alteración de las percepciones, él apenas veía cambios de colores.

            Timothy Plowman (1944-1989) era el discípulo predilecto de Schultes y también experimentaba con todas las plantas psicoactivas. Los años 1974 y 1975, y bajo la supervisión de Schultes, estudió las fuentes naturales de la coca en los Andes con un proyecto del USDA. Plowman acabaría siendo el gran especialista del género Erythroxylum, en el que describió cerca de 40 táxones. En el trabajo de campo de estos años casi siempre lo acompañó Wade Davis (1953- ), que durante la década de los años 70 continuó viajando por los Andes y la costa pacífica, desde Perú hasta Panamá, con alguna incursión en la cuenca amazónica.

La cordillera del Chiribiquete, que Schultes exploró en 1943 (J. Pedrol)
            El libro que nos ocupa está estructurado en 14 capítulos, cada uno de ellos tiene un hilo conductor. Así, entre otros, aparecen el peyote, los hongos alucinógenos de México, la coca y los viajes de Plowman y/o Davis, el curare, el caucho, el pueblo waorani, varias plantas alucinógenas, los viajes de Richard Spruce a finales del siglo XIX o el mismo río Amazonas y un buen puñado de afluentes. Pero en cada uno de los capítulos se mezcla todo: los viajes de Schultes de los que la información proviene en buena parte de sus libretas de campo, además de entrevistas personales, el viaje de Plowman y Davis o algún otro viaje de Davis, noticias históricas, historias personales, información antropológica sobre los diversos pueblos indígenas, la misma geografía del territorio y, siempre, información etnobotánica, preferentemente sobre plantas con propiedades psicoactivas. Escrito desde la admiración por R.E. Schultes y en memoria de T. Plowman, el libro relata las aventuras de los personajes cuando no los mismos personajes: aventureros, botánicos, chamanes, ..., describe los paisajes y los viajes y explica el contexto histórico, siempre desde un punto de vista de total respeto por los indígenas y por sus conocimientos de las plantas. La cantidad de información que aparece es inmensa y las descripciones son detalladas, pero en general la lectura es emocionante y fascinante, aunque sea fácil perderse en medio de los ríos, poblados y culturas amazónicas. Todo el libro rezuma nostalgia de un mundo y de unas formas de vida que, ya entonces, se extinguían inexorablemente.


La orquídea azul Aganisia cyanea–, que da nombre a un capítulo del libro (Orchi, CC BY-SA 3.0https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=519567)
            Cuando Schultes retornó a Harvard en 1953, primero fue conservador del herbario de orquídeas Oakes Ames, más tarde conservador de Botánica Económica y, desde 1970 a 1985, profesor de Botánica. En su nueva etapa universitaria continuó estudiando y publicando sobre etnobotánica fue el editor de Economic Botany Journal de 1962 a 1979, pero sobre todo de plantas alucinógenas. También publicó una decena de libros fundamentales algunos en colaboración con Albert Hofmann para la comprensión y divulgación de las plantas psicoactivas. Hacia el final de su vida adquirió también un fuerte compromiso con la defensa de la selva amazónica y con sus pobladores ancestrales. Extremadamente conservador en política, en las elecciones a presidente de Estados Unidos, en su colegio electoral, siempre había un voto para la reina de Inglaterra. No por ello dejaba de ser un firme defensor de las libertades individuales. Llegó a ser una figura popular debido a que, en los años 70, se prestaba a declarar como testigo experto en los juicios por posesión de marihuana. Mantenía al menos en los juicios una peculiar interpretación taxonómica del género Cannabis, y declaraba que no se podía probar, con las herramientas forenses disponibles y fuera de toda duda razonable, cuál de las tres especies del género era la decomisada. Y como la ley sólo penaba la posesión de Cannabis sativa ... ¡Las extravagancias del discípulo, al final, no tenían nada que envidiar a las del maestro!

            Al menos tres géneros de plantas, aceptados actualmente, corresponden a epónimos que le honran. En 2015, el cineasta colombiano Ciro Guerra, con un guión basado en parte en una adaptación muy libre de algunos de los capítulos del libro, sobre todo el dedicado a Richard Spruce, dirigió la película El abrazo de la serpiente.


Schultesiophytum es uno de los géneros de ciclantáceas con que se hacen los sombreros "panamá" (C. Aedo)

Wade Davis (2001). El río. Exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica. El Áncora Editores, Bogotá. 639 p. [Traducción de Nicolás Suescún; hay también una edición de la editorial Pre-textos, de 2004]

Wade Davis (1997). One river. Explorations and Discoveries in the Amazon Rain Forest. Touchstone, New York. 537 p.

Edición del texto por Edith Castells y Pilar Pérez Ramón.